Por: José Fontalvo De La Hoz
En tiempos de crisis económica los países, para superarla, deben hacer inversiones en todos los frentes con el fin de solucionar el problema que termina afectando a todos por igual, ya sean ricos o pobres. No se puede actuar con el propósito único de salvar y proteger a determinadas empresas cuando el salvamento debe ser de tipo general por el carácter ecuménico que tiene la crisis.
Aquí, toma mayor cuerpo la pobreza que golpea despiadadamente a los desvalidos, y el hambre fustiga a éstos y se enseñorea en los ricos en esos momentos dificultosos. Entonces el salvamento económico resulta cojo si solo se atiende determinada fachada de la economía. Las inversiones deben hacerse, primordialmente, en el campo con una visión industrial y no solo artesanal, porque automáticamente quedaríamos fuera del mercado, posición muy desventajosa que nos hundiría aun más en la oscuridad del desbarajuste económico que predomina en los tiempos actuales. Para lograr la salvación y quedar por fuera de esta catástrofe mundial no podemos pensar y actuar en forma reducida sino amplia, conectando todos los rubros económicos para ponerlos a trabajar como un todo con la intención de obtener la mejor de las recuperaciones económicas.
Serviría de nada lanzarle el salvavidas a determinadas industrias y empresas cuando el grueso de ellas, en vez de estar produciendo en forma armónica y uniforme se muestra débil por la carencia de efectivos recursos que les trasmitan energía y vitalidad necesarias en épocas de crisis e impotencia. Estas inversiones incentivarían la demanda de las mercancías elaboradas en el proceso de producción, pues al mantener activos los frentes de trabajo y con la creación de otros nuevos, estaríamos estimulando la compra porque los trabajadores tendrían recursos con que hacerse a los artículos que necesiten o deseen. Si hay recursos, también, la economía informal se movería con mucha celeridad y los efectos nocivos de la recesión tendrían poco impacto en esta población numerosísima que sería la más sufrida no solo física sino sicológicamente. Muchos analistas de la economía mundial recomiendan hacer grandes inversiones para proteger las industrias y las empresas existentes, crear otras con la finalidad de dinamizar las transacciones y mantener en permanente movilidad todas las estructuras de la economía. Lo primordial es mantener en actividad todos los resortes de la vida económica de las naciones. Se deben garantizar frentes de trabajo donde puedan laborar todos los habitantes de las respectivas naciones y con ello garantizar la capacidad de compra por poseer los recursos con los que adquieran las mercancías por las que sientan mayor atracción y afición.
Si no se tiene capacidad de compra por la carencia de centros de trabajo, con mucha dificultad se podrá salir del atolladero por el que atraviesa la humanidad. La responsabilidad de esta calamidad es de unos pocos que detentan los recursos económicos, mientras la masa que no tiene velas en este entierro debe con su concurso ayudar a salir de esta encrucijada. Los inocentes a la hora de resolver el conflicto, con su participación y presencia, le pondrán dinamismo a las actividades restauradoras con la concurrencia de los empresarios y banqueros que fingirán inocencia cuando todos sabemos que son los inmediatos artífices de la debacle económica. Esta imprudencia voluntaria e involuntaria jamás la podrá resolver un solo sector social; se hace indispensable que entren en acción todos los sectores porque el problema no es de los que la hayan proporcionado sino de toda la humanidad. La presencia de los pobres en la solución de esta discrepancia es indispensable por ser la clase mayoritaria del mundo y por tanto es a ella a quien mas le corresponde meter el cuerpo para encontrar rápida salida a este barullo por sentirse mas afectada en su cuerpo social. Este sinsabor se lo ganan los pobres sin tener incumbencia en la gestación y desarrollo del fenómeno, no han sido ellos los inmediatos generadores de lo que sufren pero a ellos es a quienes mas perjudica y afecta, por lo tanto deben, para no sentir prolongadamente este malestar que los agobia y anonada, colocarse al frente del escenario para con su trabajo restaurar con esmerado cálculo como el artista cuando toma la decisión de recuperar una pieza artística de gran valor que ha sido deteriorada por el tiempo o por manos inescrupulosas.
No bastan las inversiones globalizantes, es necesario que todos los hombres y mujeres por igual aúnen sus voluntades y propósitos en procura de restituir la más preciada de las joyas cual es la economía, base y fundamento de toda la humanidad.
Aquí, toma mayor cuerpo la pobreza que golpea despiadadamente a los desvalidos, y el hambre fustiga a éstos y se enseñorea en los ricos en esos momentos dificultosos. Entonces el salvamento económico resulta cojo si solo se atiende determinada fachada de la economía. Las inversiones deben hacerse, primordialmente, en el campo con una visión industrial y no solo artesanal, porque automáticamente quedaríamos fuera del mercado, posición muy desventajosa que nos hundiría aun más en la oscuridad del desbarajuste económico que predomina en los tiempos actuales. Para lograr la salvación y quedar por fuera de esta catástrofe mundial no podemos pensar y actuar en forma reducida sino amplia, conectando todos los rubros económicos para ponerlos a trabajar como un todo con la intención de obtener la mejor de las recuperaciones económicas.
Serviría de nada lanzarle el salvavidas a determinadas industrias y empresas cuando el grueso de ellas, en vez de estar produciendo en forma armónica y uniforme se muestra débil por la carencia de efectivos recursos que les trasmitan energía y vitalidad necesarias en épocas de crisis e impotencia. Estas inversiones incentivarían la demanda de las mercancías elaboradas en el proceso de producción, pues al mantener activos los frentes de trabajo y con la creación de otros nuevos, estaríamos estimulando la compra porque los trabajadores tendrían recursos con que hacerse a los artículos que necesiten o deseen. Si hay recursos, también, la economía informal se movería con mucha celeridad y los efectos nocivos de la recesión tendrían poco impacto en esta población numerosísima que sería la más sufrida no solo física sino sicológicamente. Muchos analistas de la economía mundial recomiendan hacer grandes inversiones para proteger las industrias y las empresas existentes, crear otras con la finalidad de dinamizar las transacciones y mantener en permanente movilidad todas las estructuras de la economía. Lo primordial es mantener en actividad todos los resortes de la vida económica de las naciones. Se deben garantizar frentes de trabajo donde puedan laborar todos los habitantes de las respectivas naciones y con ello garantizar la capacidad de compra por poseer los recursos con los que adquieran las mercancías por las que sientan mayor atracción y afición.
Si no se tiene capacidad de compra por la carencia de centros de trabajo, con mucha dificultad se podrá salir del atolladero por el que atraviesa la humanidad. La responsabilidad de esta calamidad es de unos pocos que detentan los recursos económicos, mientras la masa que no tiene velas en este entierro debe con su concurso ayudar a salir de esta encrucijada. Los inocentes a la hora de resolver el conflicto, con su participación y presencia, le pondrán dinamismo a las actividades restauradoras con la concurrencia de los empresarios y banqueros que fingirán inocencia cuando todos sabemos que son los inmediatos artífices de la debacle económica. Esta imprudencia voluntaria e involuntaria jamás la podrá resolver un solo sector social; se hace indispensable que entren en acción todos los sectores porque el problema no es de los que la hayan proporcionado sino de toda la humanidad. La presencia de los pobres en la solución de esta discrepancia es indispensable por ser la clase mayoritaria del mundo y por tanto es a ella a quien mas le corresponde meter el cuerpo para encontrar rápida salida a este barullo por sentirse mas afectada en su cuerpo social. Este sinsabor se lo ganan los pobres sin tener incumbencia en la gestación y desarrollo del fenómeno, no han sido ellos los inmediatos generadores de lo que sufren pero a ellos es a quienes mas perjudica y afecta, por lo tanto deben, para no sentir prolongadamente este malestar que los agobia y anonada, colocarse al frente del escenario para con su trabajo restaurar con esmerado cálculo como el artista cuando toma la decisión de recuperar una pieza artística de gran valor que ha sido deteriorada por el tiempo o por manos inescrupulosas.
No bastan las inversiones globalizantes, es necesario que todos los hombres y mujeres por igual aúnen sus voluntades y propósitos en procura de restituir la más preciada de las joyas cual es la economía, base y fundamento de toda la humanidad.
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