"Por no existir iniciativa particular todo lo esperan del estado, mas aun, cuando en sus territorios abundan ricos recursos minerales que siguen adormeciendo las mentes ágiles, gustosas de llevar una vida subordinada a los, económicamente, más fuertes y poderosos. La ostentación es la cultura de estos poderosos que alardean de grandeza y riqueza por tener en las entrañas de sus territorios, invaluables recursos naturales que serían suficientes para depararle a sus súbditos una vida digna con todas las comodidades".
Por: José Fontalvo De La Hoz.
Para que los pueblos salgan de la pobreza sin utilizar la violencia ni suscitar el odio entre sus miembros, es preciso fomentar un clima de mutuo entendimiento que impida los enfrentamientos perturbadores de la armonía, espina dorsal de toda sociedad. El antídoto a la violencia es la comodidad y la satisfacción plena de todas las necesidades. Si las comunidades demuestran inconformidades es porque su vida no es digna, carecen de muchos servicios o en el peor de los casos de todos ellos. Las comunidades satisfacen sus necesidades con recursos que obtienen a través de trabajos realizados en las diversas empresas e industrias de carácter público y privado o como empleados de la administración publica que forman la gran fronda burocrática. Los países subdesarrollados son pocas las industrias y empresas que poseen y, mas bien, utilizan para pagar los favores electorales la burocracia que al tiempo que resuelve problemas, fomenta otros con connotaciones funestas no solo para el estado como para los mismos servidores públicos que se convierten en presas seguras del engaño certero a que están condenados para toda la vida. Para brindarles tranquilidad y sosiego a los gobernados basta con aplicar el sentido común, no es necesario un adiestramiento fuera de serie, solo es suficiente el deseo de servir y colocar los intereses generales por encima de los personales e individuales. Esto no nos puede llevar al paternalismo que para mantener contentos a los electores tengamos que subsidiarle todas las actividades económicas con el agravante de propiciarles el ocio y el desgano por el trabajo. Los habitantes de países con gobernantes paternalistas se dejan embrujar por el discurso promesero de darles lo material y lo divino desapareciendo como por encanto las necesidades y adversidades. Con un discurso altisonante alardeando de los grandes recursos naturales y el despilfarro a manos llenas sin fundamento alguno quieren perpetuarse en el poder sin alcanzar, en efecto, los objetivos de una nación gloriosa, sin padecimientos y todas las necesidades resueltas. Esta manera de dirigir y gobernar a los pueblos los induce al desprecio por el trabajo, fortalece la pereza y se arraiga la pobreza. Es una manera de incubar el facilismo frente a los problemas por resolver, al subvalorar la importancia del trabajo y las iniciativas de las actividades personales. No perdamos de vista que lo que genera riquezas y prosperidad es la fuerza laboral. Un pueblo sumido en la desidia y la pereza desemboca irremediablemente en la pobreza. Nada positivo puede esperarse de los pueblos cuyos gobernantes los motivan para andar los caminos de la negligencia sin importarles la iniciativa privada y la constitución de empresas e industrias ya sean particulares o estatales. Lo que importa aquí es el fomento de la generación de empleos para que el pueblo ame el trabajo y comience a cumplirse una de las premisas de la aparición del hombre sobre la tierra. Por no existir iniciativa particular todo lo esperan del estado, mas aun, cuando en sus territorios abundan ricos recursos minerales que siguen adormeciendo las mentes ágiles, gustosas de llevar una vida subordinada a los, económicamente, más fuertes y poderosos. La ostentación es la cultura de estos poderosos que alardean de grandeza y riqueza por tener en las entrañas de sus territorios, invaluables recursos naturales que serían suficientes para depararle a sus súbditos una vida digna con todas las comodidades. Gobernantes y súbditos se entrelazan para formar una unidad monolítica la que gracias a su fortaleza por la inyección de abundantes recursos fáciles provenientes del estado, será difícil de remover por el desarrollo exagerado de las raíces del perverso paternalismo que castra la iniciativa individual. Los frutos directos del paternalismo son aquellos hombres semejantes a los hijos de papa y mama que todo lo tienen, nada les interesa ni lo cuidan porque no lo han trabajado; son análogos a los que reciben una herencia y por no haberla sudado deciden malgastarla.
Nadie puede estar en desacuerdo con que a todos los habitantes de un estado se le satisfagan la totalidad de sus necesidades, no con el vulgar subsidio que los lleva de cabestro a la desidia y a la pereza sino estableciendo empresas, industrias para que trabajen los desocupados que no tuvieron la oportunidad de una función laboral y todos aquellos que se acostumbraron a vivir de los demás.
La fórmula mágica para solucionar el problema del desempleo consiste en crear ene número de empresas que alberguen en sus instalaciones todos los desempleados del estado y prevenir a futuro la masiva avalancha de desocupados que podría desestabilizar su vida institucional.
La política populista-paternalista no fomenta en el pueblo una verdadera cultura de amor al estado, por el contrario, todos los aportes son recibidos como un premio a la holgazanería y no un estímulo al esfuerzo y al trabajo, tanto, que ni siquiera a los beneficiarios se les observa un cambio de actitud que tremole la divisa de la defensa de ese estado que todo se los brinda pero con el que no hay reciprocidad alguna.
Para que los pueblos salgan de la pobreza sin utilizar la violencia ni suscitar el odio entre sus miembros, es preciso fomentar un clima de mutuo entendimiento que impida los enfrentamientos perturbadores de la armonía, espina dorsal de toda sociedad. El antídoto a la violencia es la comodidad y la satisfacción plena de todas las necesidades. Si las comunidades demuestran inconformidades es porque su vida no es digna, carecen de muchos servicios o en el peor de los casos de todos ellos. Las comunidades satisfacen sus necesidades con recursos que obtienen a través de trabajos realizados en las diversas empresas e industrias de carácter público y privado o como empleados de la administración publica que forman la gran fronda burocrática. Los países subdesarrollados son pocas las industrias y empresas que poseen y, mas bien, utilizan para pagar los favores electorales la burocracia que al tiempo que resuelve problemas, fomenta otros con connotaciones funestas no solo para el estado como para los mismos servidores públicos que se convierten en presas seguras del engaño certero a que están condenados para toda la vida. Para brindarles tranquilidad y sosiego a los gobernados basta con aplicar el sentido común, no es necesario un adiestramiento fuera de serie, solo es suficiente el deseo de servir y colocar los intereses generales por encima de los personales e individuales. Esto no nos puede llevar al paternalismo que para mantener contentos a los electores tengamos que subsidiarle todas las actividades económicas con el agravante de propiciarles el ocio y el desgano por el trabajo. Los habitantes de países con gobernantes paternalistas se dejan embrujar por el discurso promesero de darles lo material y lo divino desapareciendo como por encanto las necesidades y adversidades. Con un discurso altisonante alardeando de los grandes recursos naturales y el despilfarro a manos llenas sin fundamento alguno quieren perpetuarse en el poder sin alcanzar, en efecto, los objetivos de una nación gloriosa, sin padecimientos y todas las necesidades resueltas. Esta manera de dirigir y gobernar a los pueblos los induce al desprecio por el trabajo, fortalece la pereza y se arraiga la pobreza. Es una manera de incubar el facilismo frente a los problemas por resolver, al subvalorar la importancia del trabajo y las iniciativas de las actividades personales. No perdamos de vista que lo que genera riquezas y prosperidad es la fuerza laboral. Un pueblo sumido en la desidia y la pereza desemboca irremediablemente en la pobreza. Nada positivo puede esperarse de los pueblos cuyos gobernantes los motivan para andar los caminos de la negligencia sin importarles la iniciativa privada y la constitución de empresas e industrias ya sean particulares o estatales. Lo que importa aquí es el fomento de la generación de empleos para que el pueblo ame el trabajo y comience a cumplirse una de las premisas de la aparición del hombre sobre la tierra. Por no existir iniciativa particular todo lo esperan del estado, mas aun, cuando en sus territorios abundan ricos recursos minerales que siguen adormeciendo las mentes ágiles, gustosas de llevar una vida subordinada a los, económicamente, más fuertes y poderosos. La ostentación es la cultura de estos poderosos que alardean de grandeza y riqueza por tener en las entrañas de sus territorios, invaluables recursos naturales que serían suficientes para depararle a sus súbditos una vida digna con todas las comodidades. Gobernantes y súbditos se entrelazan para formar una unidad monolítica la que gracias a su fortaleza por la inyección de abundantes recursos fáciles provenientes del estado, será difícil de remover por el desarrollo exagerado de las raíces del perverso paternalismo que castra la iniciativa individual. Los frutos directos del paternalismo son aquellos hombres semejantes a los hijos de papa y mama que todo lo tienen, nada les interesa ni lo cuidan porque no lo han trabajado; son análogos a los que reciben una herencia y por no haberla sudado deciden malgastarla.
Nadie puede estar en desacuerdo con que a todos los habitantes de un estado se le satisfagan la totalidad de sus necesidades, no con el vulgar subsidio que los lleva de cabestro a la desidia y a la pereza sino estableciendo empresas, industrias para que trabajen los desocupados que no tuvieron la oportunidad de una función laboral y todos aquellos que se acostumbraron a vivir de los demás.
La fórmula mágica para solucionar el problema del desempleo consiste en crear ene número de empresas que alberguen en sus instalaciones todos los desempleados del estado y prevenir a futuro la masiva avalancha de desocupados que podría desestabilizar su vida institucional.
La política populista-paternalista no fomenta en el pueblo una verdadera cultura de amor al estado, por el contrario, todos los aportes son recibidos como un premio a la holgazanería y no un estímulo al esfuerzo y al trabajo, tanto, que ni siquiera a los beneficiarios se les observa un cambio de actitud que tremole la divisa de la defensa de ese estado que todo se los brinda pero con el que no hay reciprocidad alguna.
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