"No más compra de conciencias como método para atornillarse en el poder, porque este procedimiento es denigrante para todo ser humano puesto que siendo los humanos iguales entre sí, no se les puede rebajar su dignidad al considerársele una simple mercancía."
Por: José Fontalvo De La Hoz.
En el debate de los candidatos presidenciales la noche del 28 de mayo por caracol televisión, llamó la atención en forma especial el tema de la corrupción que invade todas las instancias de la administración gubernamental. Fueron muy puntuales al referirse a las chuzadas desde El DAS a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y el caso de los falsos positivos en el ejército colombiano. La pregunta común que se hacían era ¿quien o quienes ordenan las chuzadas y los falsos positivos? Nadie se atrevió a dar nombres propios, porque apenas se está en el proceso investigativo. Es posible que se quede en eso, en una simple investigación cubierta por el manto de la impunidad. No nos interesan los nombres de las personas que ordenaron las acciones ilícitas, lo que nos interesa es saber cuáles son las fuerzas que generan y ejecutan la corrupción en los estados a tal extremo de convertirlos en endebles, débiles y desaliñados, incapaces de mantenerse firmes frente al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Estados con escaso futuro promisorio por tener en sus propias entrañas el germen maligno que contradice la prosperidad y el adelanto.
El subdesarrollo que observamos en estos estados no es por la carencia de recursos naturales sino el exceso de fuerzas asfixiantes y agobiantes que cada día los empobrecen mas, constituyendo una cadena inacabable de penurias y endeudamiento progresivo.
La sociedad de estos estados tiene un alto porcentaje de corrupción originada no en el seno de los estratos bajos sino en los mas altos por tener en sus manos el control del gobierno y del estado, facilitando la permeabilidad de la conciencia de los desfavorecidos de fortuna que se convierten en fácil presa de los dirigentes que horadan lo mas profundo de su ser con el objetivo último de seguir controlando las riquezas y la administración pública de estos estados. Cualquier ciudadano desprevenido y despistado al observar una de las tantas ocurrencias del diario acontecer político nacional, emite juicios condenatorios contra la gente del pueblo creyéndola responsable de la postración, a todo nivel, que se respira en estas sociedades. No saben que los inspiradores e ideólogos son los dirigentes políticos, planificadores de las cabriolas virtuosas que surten los mejores efectos en la perpetuación del poder. No es un invento nuestro, los hechos lo dicen todo. ¿Quienes recomiendan y quienes hacen los nombramientos para todos los cargos en la administración pública? No es el pueblo raso, éste recibe órdenes de lo más alto y en este paso es donde precisamente se encubre con maestría lo que confunde a todas las sociedades divididas en clases. Mientras persistan los altos niveles de corrupción seguirá siendo una ficción conseguir la paz que tanto deseamos por igual todos los colombianos. En entregas anteriores sugeríamos que los nueve candidatos presidenciales tenían propuestas razonables, unos mas que otros, y que de todas ellas saliera un buen programa de gobierno fundamentado en las fortalezas de las propuestas de alcance socio-económico que redima de una vez por todas a esta nación sumida en un verdadero valle de lágrimas y no en la puja burocrática como en los tiempos idos del Frente Nacional, embrión de la violencia que se ha pavoneado por todos los rincones de nuestro territorio.
Los ejemplos y las lecciones nos enseñan, son nuestros mejores maestros. Ya hemos tenido que aprender muchísimo durante los últimos cincuenta años de la vida política colombiana.
La corrupción es parte integrante de la cabeza del mal que aqueja a la mayoría de los estados latinoamericanos, sin excluir a Colombia, pieza clave de nuestro comentario por encontrarse en este momento, inmersa en una agitación política debido a la campaña presidencial.
Si queremos sanear a Colombia, es un deber de sus dirigentes sepultar para siempre las costumbres que envilezcan la pureza de la democracia, comenzando por la corrupción. No mas compra de conciencias como método para atornillarse en el poder, porque este procedimiento es denigrante para todo ser humano puesto que siendo los humanos iguales entre sí, no se les puede rebajar su dignidad al considerársele una simple mercancía. Llegará el momento en que todos los habitantes de los países latinoamericanos estemos en un plano de igualdad, es decir, gocemos de los mismos derechos y oportunidades por la ausencia de la corrupción.
¡Ah corrupción, démoste cristiana sepultura!
El subdesarrollo que observamos en estos estados no es por la carencia de recursos naturales sino el exceso de fuerzas asfixiantes y agobiantes que cada día los empobrecen mas, constituyendo una cadena inacabable de penurias y endeudamiento progresivo.
La sociedad de estos estados tiene un alto porcentaje de corrupción originada no en el seno de los estratos bajos sino en los mas altos por tener en sus manos el control del gobierno y del estado, facilitando la permeabilidad de la conciencia de los desfavorecidos de fortuna que se convierten en fácil presa de los dirigentes que horadan lo mas profundo de su ser con el objetivo último de seguir controlando las riquezas y la administración pública de estos estados. Cualquier ciudadano desprevenido y despistado al observar una de las tantas ocurrencias del diario acontecer político nacional, emite juicios condenatorios contra la gente del pueblo creyéndola responsable de la postración, a todo nivel, que se respira en estas sociedades. No saben que los inspiradores e ideólogos son los dirigentes políticos, planificadores de las cabriolas virtuosas que surten los mejores efectos en la perpetuación del poder. No es un invento nuestro, los hechos lo dicen todo. ¿Quienes recomiendan y quienes hacen los nombramientos para todos los cargos en la administración pública? No es el pueblo raso, éste recibe órdenes de lo más alto y en este paso es donde precisamente se encubre con maestría lo que confunde a todas las sociedades divididas en clases. Mientras persistan los altos niveles de corrupción seguirá siendo una ficción conseguir la paz que tanto deseamos por igual todos los colombianos. En entregas anteriores sugeríamos que los nueve candidatos presidenciales tenían propuestas razonables, unos mas que otros, y que de todas ellas saliera un buen programa de gobierno fundamentado en las fortalezas de las propuestas de alcance socio-económico que redima de una vez por todas a esta nación sumida en un verdadero valle de lágrimas y no en la puja burocrática como en los tiempos idos del Frente Nacional, embrión de la violencia que se ha pavoneado por todos los rincones de nuestro territorio.
Los ejemplos y las lecciones nos enseñan, son nuestros mejores maestros. Ya hemos tenido que aprender muchísimo durante los últimos cincuenta años de la vida política colombiana.
La corrupción es parte integrante de la cabeza del mal que aqueja a la mayoría de los estados latinoamericanos, sin excluir a Colombia, pieza clave de nuestro comentario por encontrarse en este momento, inmersa en una agitación política debido a la campaña presidencial.
Si queremos sanear a Colombia, es un deber de sus dirigentes sepultar para siempre las costumbres que envilezcan la pureza de la democracia, comenzando por la corrupción. No mas compra de conciencias como método para atornillarse en el poder, porque este procedimiento es denigrante para todo ser humano puesto que siendo los humanos iguales entre sí, no se les puede rebajar su dignidad al considerársele una simple mercancía. Llegará el momento en que todos los habitantes de los países latinoamericanos estemos en un plano de igualdad, es decir, gocemos de los mismos derechos y oportunidades por la ausencia de la corrupción.
¡Ah corrupción, démoste cristiana sepultura!
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