Artículo de: Gregorio Peñaloza
Del paso tun-tun de Léider Preciado en Francia 98 a la coreografía Armero Style
de Brasil 2014 pasaron 16 sufridos años donde los colombianos no
supimos que era estar en un mundial de fútbol. Contra Grecia los
muchachos de Pékerman pusieron a celebrar al país con un contundente 3 –
0; Colombia paralizó, suspendió y aplazó cualquier actividad para
volver a gritar gol. En pleno ambiente electoral, todos en fila y como
hormigas buscaron un refugio con televisor, para volver a sentir la
emoción de ver amarillo, azul y rojo en la mayor fiesta del fútbol.
Apenas pasaron 5 minutos de iniciado el partido y ya Colombia había
anotado. No fue un gol bonito, el balón entró con lentitud, perecía
autogol, no fue Falcao ni James…pero entró y se acabó el ayuno. Pablo
Armero, el dueño de la alegría y el baile en La Selección, fue el
encargado de anotar y aunque se puso algo loco por la emoción, encontró
un segundo de calma para organizar a sus compañeros y armar la fiesta
con coreografía y todo. Después, Teo y James completaron la faena que
nos deja el camino más limpio para llegar a los octavos de final. Nadie
pensaba en elecciones, sólo queríamos ver fútbol y seguirnos abrazando a
medida que llegaban los goles.
El equipo no solo unió y alegró al país; también lo puso a hablar de
algo diferente. Lo sacó por una tarde y una noche completa de esa guerra
sucia, asquerosa e interminable entre Santos y Zuluaga. La propaganda
de la loca de las naranjas y el video de la abuela ‘Juanpa-Zurriaga’ fue
olvidado por completo, lo mismo ocurrió con la foto de Martín Santos y
Falcao García. Eso es lo bueno de La Selección y del mundial,
armónicamente nos agrupan y nos identifican…es el momento en que todos
parecemos estar de acuerdo para hacer fuerza, cantal un gol, reír y
también llorar. Todo lo contrario a lo que pasa con los candidatos y el
siniestro expresidente Uribe; que sacan lo peor de nosotros, nos
enfrascan en discusiones bizantinas, nos enemistan, nos ponen a caminar
por senderos opuestos y después a preguntarnos por qué estamos tan
jodidos.
Queda claro que la paz no está representada en la mesa de
negociaciones que se instaló en La Habana, ni en armarnos hasta los
dientes para coser de plomo a los malos, mucho menos en la mal llamada
‘fiesta de la democracia’ donde como borregos hipnotizados vamos y
votamos por lo primero que se nos aparezca. La paz, ese anhelo tan
grande e inalcanzable para el país, se saborea y se vive cuando juega La
Selección porque hasta esos que roban, secuestran, matan, mienten y
extorsionan están sentados viendo el partido. Cuando el juego se acaba
todos se paran del sillón y salen a seguir haciendo lo mismo. No en
vano, en plena ley seca y después del triunfo, en Bogotá hubo 3.200
riñas, 9 muertos y 15 heridos…ni siquiera sabemos celebrar y eso refleja
que como país sólo somos buenos cuando nos sentamos a ver fútbol.
Ver ganar a la Selección Colombia no es como ver ganar a Juan Manuel
Santos; cuando los de Pékerman triunfan la alegría es de todo un país,
cuando es un candidato el que vence más de la mitad queda frustrado y la
pelea está lista para iniciar nuevamente.
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