Por: Hernán Baquero B.
Escribir sobre uno de los más laureados compositores
con que cuenta la música vallenata, Rosendo Romero Ospino, “El poeta de
Villanueva”, como es conocido mundialmente en la farándula y el folclor es
siempre placentero y genera sentimientos de admiración al conocer y tratar su
obra musical donde guarda tantos escondites de sus quimeras de amor y al mismo
tiempo tantos misterios de la naturaleza durante sus cuitas que observó
cuidadosamente como si fuera un tratadista biológico de lo que describió
magistralmente Charles Darwin en tantos años de investigación. Por eso de esa
experiencia en la serranía de El Perijá que es la sierra madre oriental donde
nacieron muchas de sus canciones lo expresa con orgullo: “Los perijaleños somos
más andinos que costeños, por estar en un departamento costero, somos
vallenatos-andinos-costeños”.
Rosendo Romero sin ser ese tratadista
con su pluma dejada en sus obras musicales plasmó como otro grande, el también
inmortal ciego de oro Leandro Díaz, los fenómenos de la naturaleza. Su vena
musical la inició primero estudiando en el Colegio Liceo Colombia de
Villanueva, donde su maestro y el fundador de dicho colegio Rafael Peñaloza
López, influyó mucho en su prosa y en su poesía, luego esa vena musical se
agrandó más en el Colegio Nacional Roque de Alba como lo afirma de manera
categórica: “En el Roque fui loco embriagado por el impulso infinito de las
musas celestiales en el límite del verso incontinenti”. Sus orígenes e
influencias de su talento como compositor se inician con su abuelo Rosendo
Romero Ospino, de su padre Escolástico Romero Villarreal y vienen también de
Juana Francisca Díaz Villarreal, madre del “Negro Alejo” y Náfer Durán. Echa a
volar el viento con sus métricas y sus primeras melodías y fantasías con el
amor, como si lo estuviera aprisionando, pero también lo libera de manera
espontánea y así nace otra de sus melodías y se entristece tanto cuando llegan
las navidades porque no todos los niños la gozan y la disfrutan, porque algunos
les produce felicidad y alegría y a otros les genera tristeza y él no puede
aceptar esas diferencias abismales en un mundo lleno de desigualdades, por ello
sus cantos permanece ahí con el tiempo y en cada navidad se vuelve recurrente
pero también melancólico y por eso no pasa de moda. “Mensaje de navidad” es el
mejor poema cantado para recibir cada año con los brazos abiertos al Niño Dios.
Este literato de gran inspiración y que
le susurra a las nostalgias, también afirma que su influencia musical también
la tomó de otro poeta del romanticismo como Gustavo Gutiérrez Cabello y de otro
grande que se fue también poeta como Freddy Molina Daza. De ahí que sus dos
primeras composiciones nacieran en los momentos de gloria de estos dos grandes
artistas “La custodia del edén” y “La caída” que fueron grabadas en el año de
1972. Luego en el año de 1975 sale una de sus mayores epopeyas “Noches sin
lucero” grabada magistralmente por Jorge Oñate y “Colacho” Mendoza y luego
grabada también por Diomedes Díaz e Iván Zuleta: “Quiero morirme como mueren
los inviernos / bajo el silencio de una noche veraniega / Quiero morirme como
se muere mi pueblo / serenamente sin quejarme de esta pena / Quiero el sepulcro
de una noche sin lucero / luego resucitar para una luna parrandera / Quiero
morirme bajo el beso de una novia / y en cada verso de un paseo villanuevero /
Quiero robarle los minutos a las horas / pa' que mis padres nunca se me pongan
viejos / Quiero espantar la niebla por la media noche / y reemplazar su nido
por un gajo de luceros”.
Los versos líricos y nostálgicos, están
llenos de fe y esperanza. Rosendo Romero es un poeta de tiempo completo. En
cualquier circunstancia escribe versos que se prodigan en ritmo y musicalidad,
por lo tanto, las canciones de Rosendo Romero se convierten en el pentagrama
hecho poesía. Sus versos van prolongados bajo el rigor del soneto, o de una
forma libre y generosa en ideas. Rosendo Romero Ospino y la impronta de la
nostalgia en tantas canciones que han dado gloria a nuestro folclor. En las
composiciones del “Poeta de Villanueva”, el sol brilla todos los días. En cada
ángulo de sus melodías hay un universo. El universo de poesías que han
engalanado y continúan adornando de ensoñaciones a la música vallenata.
Los cantos de este laureado compositor
llenos de poesías son románticos, sencillos, con frecuencia inspirado en la
naturaleza, y con el tiempo se han convertido en rutas literarias del
pentagrama vallenato. La poesía es creación, es recreación de vivencias a
través de la palabra, donde proyecta realidad y fantasía y de ahí sus canciones
como la misma inmortal “Fantasía” que ha dejado plasmada en la voz inmortal de
Diomedes Díaz: “Ese que escribe versos / repletos de verano / estando en
primavera / ese soy yo / Y esa linda camelia / que se quedó sin alma / que no
comprende nada / eres sin duda tú / Ese que por ser bueno / lo tiran a la nada
/ y que no cree en la fama / ese soy yo”.
En los cantos de Rosendo Romero, el
verso se encrespa, aparece el tono vehemente, impetuoso sin caer en lo
pedestre. Versos castos, sencillos, que revelan una juventud vivida con
infinita alegría; inmersos en un mundo de añoranzas y evocaciones transitando
por las vías más puras de los más puros sentimientos. Rosendo Romero Ospino “El
poeta de Villanueva” es una plegaria de versos bien cantados y entonados,
místico, reservado, en un perenne éxtasis creativo, con una constante comunión
con las palabras. Otro de sus cantos inmortales como lo es “Cadenas”
interpretada por el “Jilguero de América”: “Yo Que Creí Que Me Soñaban Las
Mujeres / y Que Podía Enamorarme De Cualquiera / siempre Egoísta Me Burlé De
Sus Quereres / pero El Corazón Me Puso Cadenas; / cambiaba El Alma Por
Parrandas Y Placeres / pero La Aventura Me Ensanchó Una Pena”.
Rosendo Romero Ospino es poeta, en el
mejor sentido de la expresión, vale decir, creador, así lo demuestra en el
manejo sutil de las palabras. En su lenguaje la creatividad entre cada verso
que contagia con poesía, a veces tautológico, para donarle fuerza a las ideas.
En las escogidas metáforas que en ocasiones conllevan un sentido alegórico. En
el delicado símil, casi siempre obstruido con los elementos más sencillos y
cotidianos. En fin la generosa musicalidad que reemplaza la rima y en la rima
preciosa, precisa y consonante. Es además el autor de la Romanza Vallenata, un
axioma que no necesita demostración y a ella le compuso: “Se derrumban mis
canciones / yo me voy de romería / en romanza de ilusiones / entre
lágrimas de fuego / un amor que desespero / vino rojo de manzana / en
mis labios se engalana / para hablar de estos amores / huracanes
impacientes / en tormentas que palpitan / muy despacio nuestro
adiós”.
Su repertorio es inmenso además de
“Noches sin luceros”, “Cadenas”, “Fantasía”, “Mensaje de navidad”, “Romanza”,
se encuentran “Mi poema”, “Navidad”, “Canción para una amiga”, “Villanuevera”,
“Tu dueño”, “El amor es un cultivo”, “Despedida de verano”, “Cobijas”, “Sueños
de conquista”, “A dos voces”, “Que pasará”, “Mi primera canción”, “Las piedras
del río”, “Copitos de pino”, “Luna de Junio”, “Canto al amor”, “Los ideales”,
“Sentirse enamorado”, “La Zenaida”, “Macumba Yambé”, “Cumbia José Barros”,
“Entre tambores y flautas” y hasta una ranchera donde fue el ganador del primer
festival de música ranchera en Villanueva, en Junio 25 de 2006 “Chaparral”.
Definitivamente Rosendo Romero Ospino, “El poeta de Villanueva” representa el
pentagrama musical hecho poesía.
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