Por: Carlos Montero
Para el año de 1977, y de allí en adelante, los amantes de la música vallenata logramos disfrutar de una de las mejores uniones musicales que tuvo este bello folclore: la del maestro Juan de La Cruz Piña Valderrama (juan piña), con el ya fallecido Juan Humberto Rois Zúñiga (juancho rois). Dicha unión, y según los conocedores de la música de acordeón, produjo igualmente, una de las mejores producciones musicales vallenatas a la que titularon “El fuete”; y en la que aparece una excelente canción del maestro compositor, Alberto “Beto” Murgas, llamada “Grito en La Guajira”.
“Grito en La Guajira”, más que
una inspiración musical, según su autor, es una crónica a la cual se atrevió a
colocarle melodía, y con ella, lograr transmitir de mejor manera, la problemática
que atravesaban los indígenas Wayuu para aquella época, y que aún en la
actualidad, persisten. Sin embargo, lo que hoy he de manifestar, no tiene que
ver con esa población indígena; se trata de hacer eco a los gritos de los
pobladores de las veredas: Sierra Negra, Las Mesas, Los Estados, Las Flores, La
Montaña, El Pintao, El Volcancito y La Culebrera, en la serranía del Perijá,
que pertenecen a la jurisdicción del municipio de Urumita, pero ubicadas frente
a la parte urbana del Municipio de Villanueva, donde todos sus habitantes son
villanueveros, pero que sufren un total abandono de ambas administraciones. ¿Y
eso que tiene que ver con la canción “Grito
en La Guajira”?
Pues nada puede tener mayor similitud con lo narrado en esa pieza musical, que el padecimiento que en la actualidad están sufriendo los campesinos de las prenombradas veredas, y ello es así, en atención a lo siguiente:
La tragedia para los pobladores de esta parte territorial de La Guajira empezó cuando, por medio de la Ordenanza No. 036 de 1983, se creó el municipio de Urumita, población y territorio segregado del municipio de Villanueva, hecho este que, al parecer, no fue consultado con sus pobladores. Cuando ya han trascurrido algo así como 39 años desde expedición de la Ordenanza 036 anotada, encontramos unas veredas con unas vías de acceso casi nulas, destruidas; no existe un puesto de salud, porque el que había lo deterioró el pasar del tiempo: fue dotado en su momento y pagado los servicios médicos, enfermera y demás trabajadores, por la administración municipal de Villanueva y al pasar a Urumita sufrió el abandono total; se dañó la inmobiliaria allí existente-hasta la de odontología que allí se encontraban; falta de profesores; se pierden cosechas por no poder bajarlas a tiempo a la ciudad, y cuando logran traerlos, encuentran precios bajos de esos productos; etc, etc. Y así dice la canción: “…llega ese mal momento pa´l nativo de mi tierra, que ve perder su sustento, aunque él no lo quiera…” Es decir, en esas veredas parece que el tiempo se detuvo, y con él, el progreso de lo que en su momento fue la despensa agrícola del sur de La Guajira y norte del Departamento del Cesar.
Pero al igual que el inicio de la canción ya renombrada, se oye un grito, no en el desierto, si no, desde la serranía, pues el pasado 2 de mayo del año en curso, el honorable concejal del municipio de Villanueva, RICAUTER REYES CAÑIZARES, presentó propuesta ante el presidente y demás concejales de dicho municipio, para la realización de sesión ordinaria, donde, “previa invitación a los presidentes y moradores de las veredas: Sierra Negra, Las Mesas, Los Estados, Las Flores, La Montaña, El Pintao, El Volcancito y La Culebrera, al señor alcalde municipal, al señor Gobernador de la Guajira, al presidente de la Asamblea Departamental, y demás miembros de la comunidad villanuevera, se sienten las bases para el proceso de segregación/agregación de las veredas acabadas de anotar, atendiendo lo planteado en la Ley 1551 de 2012”. Quiere decir lo anterior que, los moradores de esas veredas se cansaron de ser “hijos de nadie”, pues, el municipio de Urumita no le invierte a esa región porque sus habitantes son de Villanueva, votan en Villanueva, todo lo realizan en Villanueva; y la administración de Villanueva tampoco invierte en esa zona porque pertenecen jurídicamente a Urumita y se verían inmersos en investigaciones penales, disciplinarias y fiscales. Lo único claro, al parecer, es que a los pobladores de esas veredas, con estos aguaceros, se les rebozó el vaso.
Talvez, y después de haber escuchado la canción “Grito en La Guajira”, es cuando empezamos a comprender esta
columna de opinión, pues el paso de los años lo único que lograron demostrar en
ambas situaciones, es que, todo siguió igual o peor para estas comunidades, y
que hoy, 39 años después de la segregación de estas veredas del municipio de
Villanueva, y gracias al concejal RICAUTER REYES CAÑIZARES, “se oye un grito en el silencio, se oye una
voz que reclama, no se quiere destino incierto, en el campesino que trabaja…”.
Publicar un comentario
Gracias por su comentario