Este domingo finalizó el escrutinio municipal que reafirmaba la victoria del pasado 29 de octubre de Cielomar Peñaloza, como la alcaldesa, a partir de 2024, de Villanueva, La Guajira.
Una campaña diferente a todas, donde se usaron (muy mal) todos los
recursos que la modernidad ha puesto a disposición de los (malos) estrategas políticos
y cargados de mensajes para que en la comunidad quedara consignada, como suele suceder,
la polarización que se ha encarnizado en el país entero, en la humanidad, si nos
vamos más allá, al oriente medio, por ejemplo.
Cielo Peñaloza, asumirá retos importantes para Villanueva, municipio
que sufrió de una administración desconectada que la deja en los más bajos índices
de gestión en todas las mediciones en las que se evalúan a los entes territoriales.
Un divorcio total de la comunidad con las empresas que prestan los servicios
públicos, los que están en el resorte de la administración: alumbrado público,
acueducto y alcantarillado, alcanzan altos niveles de insatisfacción social. Además
de las pocas oportunidades para mejorar índices de competitividad, reactivación
agropecuaria, emprendimientos, comercio y empleo. Problemas que tienen más de
40 años de diagnóstico.
Pero una de las oportunidades importantes de Cielo Peñaloza,
es que contará con mayorías en el concejo municipal, que le permitirán iniciar su
locomotora de desarrollo sin obstáculos al inicio de su administración.
Esperamos que pronto dé a conocer los nombres de las personas que integrarán su
equipo de empalme, esa será la primera señal para conocer los perfiles de las
personas que la acompañarán en las distintas dependencias de la administración.
Una herramienta clave, sin lugar a dudas, será el papel que
jugarán dos hombres que están cerca de la nueva mandataria: Su esposo Jaime
Lacouture y su hijo Jaime Luis Lacouture, secretario de la Cámara de Representantes,
quienes fueron blanco de sus contrincantes durante la campaña, pero que hoy se
convertirán en el principal soporte de su administración por todo lo cosechado
en su vida política, que les ha dado triunfos locales como aliados en las administraciones
de Claudia Gómez Ovalle, Luis Alberto Baquero Daza y Carlos Albero Barros,
donde jugaron un importante papel, pero sin el mismo nivel de protagonismo como
el que asumirán próximamente.
De acuerdo a expertos, los candidatos, cuando se convierten en ganadores, padecen inmediatamente un trastorno definido con una palabra griega: Síndrome de Hubris, que se caracteriza por generar un ego desmedido y desprecio por las opiniones y necesidades de los demás. Lo han padecido reyes como Enrique VIII, emperadores como Julio César, dictadores como Hitler, Stalin; políticos como George Bush, Tony Blair, claro que Owen lo ha descrito como un trastorno reversible en personas sanas, algo que no ocurrió con el alcalde saliente, que, a pesar de importantes números en ejecución y obras, no logró la cohesión popular que perdió en tiempos de la pandemia del COVID-19.
El columnista Fernando Posada, escribió recientemente en ElTiempo, que hay que recordarles a los ganadores que merecidamente celebran, que
la popularidad y los arrolladores números de la victoria, en estos casos, son
pasajeros. En la política hay pocos consejeros peores que el triunfalismo y la
adulación que impiden al gobernante ver sus propios errores en momentos
complejos y, sobre todo, desconectan a los líderes de la ciudadanía que deben
representar.
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