Por: José Fontalvo De La Hoz
La sencillez es el emblema que todo ser humano debe portar a lo largo de su peregrinar por este mundo en señal de convivencia y respeto por el otro. El hombre aparatoso se jacta de su extravagancia creyendo que los demás han convenido con sus despropósitos. El convenio se fundamenta en las ventajas o provechos que se deriven en razón de la pobreza o incapacidad para resolver sus problemas prioritarios. Se aceptan las propuestas a cambio de algo que aparentemente resuelve los problemas, pero que en efecto agrava aun más la situación social, política y económica. Se aprovechan del estado de indefensión que lleva a actuar en contra de sí mismo e irreflexivamente comenten un suicidio social por estar atentando contra su propia existencia, que tiene un valor superior a la basura creada por ese experto en maniobras engañosas que despistan mas a sus creadores que a quienes van dirigidas.
La sencillez es el emblema que todo ser humano debe portar a lo largo de su peregrinar por este mundo en señal de convivencia y respeto por el otro. El hombre aparatoso se jacta de su extravagancia creyendo que los demás han convenido con sus despropósitos. El convenio se fundamenta en las ventajas o provechos que se deriven en razón de la pobreza o incapacidad para resolver sus problemas prioritarios. Se aceptan las propuestas a cambio de algo que aparentemente resuelve los problemas, pero que en efecto agrava aun más la situación social, política y económica. Se aprovechan del estado de indefensión que lleva a actuar en contra de sí mismo e irreflexivamente comenten un suicidio social por estar atentando contra su propia existencia, que tiene un valor superior a la basura creada por ese experto en maniobras engañosas que despistan mas a sus creadores que a quienes van dirigidas.
La sencillez es el resultado de la depuración de lo nocivo en todo hombre. Ella es la expresión de la vida interior manifestada en la vida externa.
En este plano, el hombre sencillo es el que detesta del refinamiento, la ostentación y el adorno insustancial. Todo lo hace con naturalidad, sin artificios ni vacuas demostraciones. Ser abierto al dialogo, al conversatorio y ajeno a las situaciones dificultosas. La espontaneidad es su carta reina, no necesita componendas y engaños para ganar amigos y adeptos. Persona integra, sin mentiras, con alta estima entre sus conocidos, colegas y relacionados. Las personas pueden llegar a este estado cuando la experiencia y el conocimiento han modulado su comportamiento.
Muchos prepotentes y arrogantes que se sintieron victoriosos ante la debilidad de los otros que solo manejan la mesura, pronto reconocieron que su situación no correspondía a la realidad por obedecer a una mera ilusión, resultado de una mente enfermiza y carente total de conocimientos que le permitan comprender mejor la dinámica de las sociedades. En el prolongado juego de la vida, la arrogancia y la prepotencia son irremediablemente vencidas por la sensatez que hace sentar cabeza a personas con el prurito de grandeza. Es por eso que muchos prepotentes y arrogantes al desinflárseles el globo de las mentiras no les queda otra alternativa que vestirse con la ropa de etiqueta social, la sencillez. La sencillez representa la franqueza de la persona que hace uso de esa herramienta considerada de primer orden en todas las formas de las relaciones sociales.
Vencidos los arrogantes y prepotentes por la sensatez dan un paso a los lados dejando atrás las manchas que pudieron quedar en su ser por la acción de la insensatez. Aprenden a levantar muy bien los pies después de los tropezones Tienden la mirada primero al piso y, mas tarde, en línea horizontal a los ojos para mantener el principio de la igualdad. La negación de la igualdad les hizo perder la brújula, los empantanó y llegaron al desespero por encontrarse, en comunidades de su hábitat, huérfanos hasta de sí mismos. Si antes por la obnubilación mental se consideraban súper seres, hoy, con el correr del tiempo, los tropezones sufridos y la capacitación se han transformado en edificantes ejemplos para las generaciones venideras. Han reconocido sus desfases y se sienten orgullosos de haber encontrado una salida a la insatisfacción para llegar directo y sin curvas a la plena satisfacción personal basada no en las irrealidades e ilusiones sino en la realidad concreta. Su ceguera les imposibilita identificarse y solo reconocen sus orígenes cuando se reencuentran corporal y espiritualmente mediante la figura de la sencillez.
De nada nos sirve ser presumidos. Actuemos tal como somos sin necesidad de aparentar, porque sin querer nos forjamos el repudio que merecemos por portar la impronta de la ignominia, galardón obtenido por las mentiras y falacias manifiestas con nuestros comportamientos. Practicar la sencillez nos podría llevar a rebajar los índices de violencia, enfermedad que lentamente está matando a Colombia.
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