Por: Hernán Baquero Bracho.
Recordar al maestro Rafael Antonio Amaya Núñez, el forjador de la juventud Guajira en tantas décadas, quien estuvo vigente hasta la de los 60, es recordarlo con cariño, con admiración, con orgullo de Villanuevero. Hablar de él entre líneas es hablar de la misma historia de Villanueva, su tierra natal. Es traer tantos recuerdos de su infancia y de su juventud, cuando se fijó el propósito después de venir del famoso Colegio Samario el Liceo Celedón - donde se formaron tantos profesionales ilustres que ha dado la Costa Caribe – y de las enseñanzas que allí recibió para más tarde colocar toda esa sapiencia en bien de la Juventud Guajira, al fundar su inolvidable Colegio EL SANTO TOMAS, el cual se convirtió en icono de la educación Guajira. De todos los rincones de nuestro Departamento y del Cesar venían a ser instruidos y formados en su Colegio que dio una pléyade de profesionales que ha tenido la provincia de padilla.
La luz estelar brilló en todos ellos. Gracias a la educación que recibieron en ese claustro, que en la primaria se exigía el latín, el francés y el ingles que contrasta con la baja calidad educativa de hoy, con la excepción del Colegio La Sagrada Familia, que sigue sacando la cara por Villanueva.
Recordar al maestro Rafael Antonio Amaya, es sumar todas las nostalgias de su casa y de las visitas que cada tarde en su residencia concurrían sus amigos que, desde siempre, supo conquistarse con la sonrisa que Dios les concede a los predestinados para las gracias, con su ojos despiertos y vivaces donde se reflejaban todas las vivacidades de su alma buena y generosa. Y con los luceros vespertinos, los sueños suspirantes, ya rondaban las sienes de doña Eloísa Ovalle, la enamorada desde entonces, la compañera sin par, la que le dio una familia hermosa e inigualable (Macha, Rafael Antonio, Eloísa María, Ramiro y Zunilda) para quien parece repetirse con la frase en que Andreiev comienza el hermoso relato de Saschka Yegolev: “El amor como las lagrimas, aspira a ser reciproco”.
El Profesor Rafael Antonio Amaya, fue un hombre brillante en el trascurrir de su vida. Era dueño de una verba sabia y torrentosa. Abordaba los temas literarios con picardía y sapiencia. Sacaba de los recuerdos pasajes del romancero, los graciosos racionamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza su escudero, o pasajes de la carta llena de requiebros del Caballero de la triste figura a Dulcinea del Toboso. El calor de su rincón familiar, donde los libros parecían hablar también, volcada en la parla sedosa la oda de Casandra de Ronsard, el Ronsard de los amores, sin olvidar la poesía costumbrista del Tuerto López. Tuve la fortuna de ser uno de sus contertulios, conocí tanto de su vida integra y recta, sin mácula, se preocupaba mucho ya retirado de su profesión de educador, de la situación del país, de lo que sucedía en Villanueva y en la Guajira y siempre a esas preocupaciones usaba esta expresión para el recuerdo: “Caracoles de Colombia que no sirven para nada”.
Que Dolor Sintió el Señor Rafael o el maestro o “Papa Rafa” para todos sus nietos, la partida de su esposa, doña Eloísa (Tanto, para sus más íntimos familiares). Jamás supero esa ausencia, a pesar del amor que le prodigaban sus hijos y sus nietos y sobre todo Eloísa María y Zunilda que residían en Villanueva y sus casas eran las de él donde sonreía y disfrutaba y hacia tertulia con los suyos. Villanueva siempre tendrá una deuda impagable con el maestro Rafael Antonio Amaya, lo que hizo por tantas generaciones es algo que siempre permanecerá en el recuerdo de este pueblo hermoso y bello. El maestro Rafael Antonio Amaya, fue un hombre sobresaliente en todos los actos de su vida, prolifero, donde descolló en el área de la música, si había un hombre que sabía de música ese fue el señor Rafael, autor del himno a Villanueva, del himno al patrón de su pueblo, del himno de su Colegio, del himno a la madre y de tantos himnos que quedaron para la posteridad. Manejaba los conceptos de las notas del pentagrama de manera natural y prodigiosa: la corchea, la semicorchea, la fusa y la semifusa. El ingles y el francés, lo mismo que el latín los hablaba y escribía a la perfección. Fue el primer rector que tuvo el Colegio Nacional Roque de Alba, y sus labores las inicio allí en 16 de marzo de 1964. Fue un hombre de paz, y producto de ello, siempre ejercía la función conciliadora de familias en conflicto, ejemplos de estas existen a montones. Fue el maestro Rafael Antonio Amaya, pedagogo, didacta y autodidacta y ejerció un liderazgo total en su Villanueva querida. La figura del Señor Rafael estaba por encima del Alcalde Municipal, del concejo Municipal y de toda clase de personalidades de la época, fue un autentico patriarca que dejó a los suyos su legado, de ahí que también sus hijos y todos sus nietos se han caracterizado por ser gente de bien, íntegros y correctos en todos los actos de sus vidas. Ejemplos, ejemplos que debemos aprender los de hoy.
Fue también un extraordinario escritor y poeta y a través de sus novelas logró en excitar al hombre a la observación de sí mismo y en hablar al alma humana, principio y objeto de la filosofía, ciencia y arte al mismo tiempo. Sus lecciones de vida fueron hacia lo bueno y lo bello. De ahí se desprende que fue y ha sido uno de los hijos predilectos de su Villanueva del alma, a quien le dedicó los mejores poemas y los mejores versos y no contento con ello le escribió tres hermosas novelas: “ De mendiga a reina”, “el Poder de la Cultura”, y “ Amor de Esposa”. Villanueva tiene una deuda con el maestro Rafael Antonio Amaya y una forma de devolverle en gratitud es: primero, haciendo una compilación de sus novelas, y publicándolas nuevamente y segundo, convirtiendo a su Colegio en Museo Colegio con todos sus recuerdos. El Alcalde Municipal debe emprender esta cruzada. Estamos a tiempo de devolver parte de la historia de nuestro pueblo.
El señor Rafael siempre tuvo poder sobre la palabra. En el profesor Amaya la amistad siempre tuvo otras dimensiones – mi abuela Remedios Herrera de Baquero fue una de ellas – fue un mago de la simpatía, de la bondad interior, de la riqueza del alma, siempre tenía a flor de labios la frase amable, estimulante o consoladora, no conoció las dobleces y mas allá de sus Angustias, que también las tuvo, supo cuidar el jardín de su propio corazón para entregar las rosas predilectas al amigo, o a la amiga. ¡Qué ejemplo tan bello, para aquellos, los de ahora, que, por el contrario, teniéndolo todo se esmeran por cultivar en la amargura del alma un serpentario!.
El maestro Rafael Antonio Amaya, siempre, siempre permanecerá en lo más profundo de nuestros corazones. La vida es una suma de recuerdos, en la que nos vamos convirtiendo en coleccionista de nostalgias. Espero que el escrutinio que he hecho del señor Rafael sea el más favorable en el acontecer de los mejores educadores que ha tenido La Guajira, de un Señorazo de muchos quilates, que dio ejemplo en la educación, en la formación del ser humano, en la honradez y rectitud, sin olvidar su aporte a la música y a las letras Colombianas. ¡Que así sea!
Recordar al maestro Rafael Antonio Amaya Núñez, el forjador de la juventud Guajira en tantas décadas, quien estuvo vigente hasta la de los 60, es recordarlo con cariño, con admiración, con orgullo de Villanuevero. Hablar de él entre líneas es hablar de la misma historia de Villanueva, su tierra natal. Es traer tantos recuerdos de su infancia y de su juventud, cuando se fijó el propósito después de venir del famoso Colegio Samario el Liceo Celedón - donde se formaron tantos profesionales ilustres que ha dado la Costa Caribe – y de las enseñanzas que allí recibió para más tarde colocar toda esa sapiencia en bien de la Juventud Guajira, al fundar su inolvidable Colegio EL SANTO TOMAS, el cual se convirtió en icono de la educación Guajira. De todos los rincones de nuestro Departamento y del Cesar venían a ser instruidos y formados en su Colegio que dio una pléyade de profesionales que ha tenido la provincia de padilla.
La luz estelar brilló en todos ellos. Gracias a la educación que recibieron en ese claustro, que en la primaria se exigía el latín, el francés y el ingles que contrasta con la baja calidad educativa de hoy, con la excepción del Colegio La Sagrada Familia, que sigue sacando la cara por Villanueva.
Recordar al maestro Rafael Antonio Amaya, es sumar todas las nostalgias de su casa y de las visitas que cada tarde en su residencia concurrían sus amigos que, desde siempre, supo conquistarse con la sonrisa que Dios les concede a los predestinados para las gracias, con su ojos despiertos y vivaces donde se reflejaban todas las vivacidades de su alma buena y generosa. Y con los luceros vespertinos, los sueños suspirantes, ya rondaban las sienes de doña Eloísa Ovalle, la enamorada desde entonces, la compañera sin par, la que le dio una familia hermosa e inigualable (Macha, Rafael Antonio, Eloísa María, Ramiro y Zunilda) para quien parece repetirse con la frase en que Andreiev comienza el hermoso relato de Saschka Yegolev: “El amor como las lagrimas, aspira a ser reciproco”.
El Profesor Rafael Antonio Amaya, fue un hombre brillante en el trascurrir de su vida. Era dueño de una verba sabia y torrentosa. Abordaba los temas literarios con picardía y sapiencia. Sacaba de los recuerdos pasajes del romancero, los graciosos racionamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza su escudero, o pasajes de la carta llena de requiebros del Caballero de la triste figura a Dulcinea del Toboso. El calor de su rincón familiar, donde los libros parecían hablar también, volcada en la parla sedosa la oda de Casandra de Ronsard, el Ronsard de los amores, sin olvidar la poesía costumbrista del Tuerto López. Tuve la fortuna de ser uno de sus contertulios, conocí tanto de su vida integra y recta, sin mácula, se preocupaba mucho ya retirado de su profesión de educador, de la situación del país, de lo que sucedía en Villanueva y en la Guajira y siempre a esas preocupaciones usaba esta expresión para el recuerdo: “Caracoles de Colombia que no sirven para nada”.
Que Dolor Sintió el Señor Rafael o el maestro o “Papa Rafa” para todos sus nietos, la partida de su esposa, doña Eloísa (Tanto, para sus más íntimos familiares). Jamás supero esa ausencia, a pesar del amor que le prodigaban sus hijos y sus nietos y sobre todo Eloísa María y Zunilda que residían en Villanueva y sus casas eran las de él donde sonreía y disfrutaba y hacia tertulia con los suyos. Villanueva siempre tendrá una deuda impagable con el maestro Rafael Antonio Amaya, lo que hizo por tantas generaciones es algo que siempre permanecerá en el recuerdo de este pueblo hermoso y bello. El maestro Rafael Antonio Amaya, fue un hombre sobresaliente en todos los actos de su vida, prolifero, donde descolló en el área de la música, si había un hombre que sabía de música ese fue el señor Rafael, autor del himno a Villanueva, del himno al patrón de su pueblo, del himno de su Colegio, del himno a la madre y de tantos himnos que quedaron para la posteridad. Manejaba los conceptos de las notas del pentagrama de manera natural y prodigiosa: la corchea, la semicorchea, la fusa y la semifusa. El ingles y el francés, lo mismo que el latín los hablaba y escribía a la perfección. Fue el primer rector que tuvo el Colegio Nacional Roque de Alba, y sus labores las inicio allí en 16 de marzo de 1964. Fue un hombre de paz, y producto de ello, siempre ejercía la función conciliadora de familias en conflicto, ejemplos de estas existen a montones. Fue el maestro Rafael Antonio Amaya, pedagogo, didacta y autodidacta y ejerció un liderazgo total en su Villanueva querida. La figura del Señor Rafael estaba por encima del Alcalde Municipal, del concejo Municipal y de toda clase de personalidades de la época, fue un autentico patriarca que dejó a los suyos su legado, de ahí que también sus hijos y todos sus nietos se han caracterizado por ser gente de bien, íntegros y correctos en todos los actos de sus vidas. Ejemplos, ejemplos que debemos aprender los de hoy.
Fue también un extraordinario escritor y poeta y a través de sus novelas logró en excitar al hombre a la observación de sí mismo y en hablar al alma humana, principio y objeto de la filosofía, ciencia y arte al mismo tiempo. Sus lecciones de vida fueron hacia lo bueno y lo bello. De ahí se desprende que fue y ha sido uno de los hijos predilectos de su Villanueva del alma, a quien le dedicó los mejores poemas y los mejores versos y no contento con ello le escribió tres hermosas novelas: “ De mendiga a reina”, “el Poder de la Cultura”, y “ Amor de Esposa”. Villanueva tiene una deuda con el maestro Rafael Antonio Amaya y una forma de devolverle en gratitud es: primero, haciendo una compilación de sus novelas, y publicándolas nuevamente y segundo, convirtiendo a su Colegio en Museo Colegio con todos sus recuerdos. El Alcalde Municipal debe emprender esta cruzada. Estamos a tiempo de devolver parte de la historia de nuestro pueblo.
El señor Rafael siempre tuvo poder sobre la palabra. En el profesor Amaya la amistad siempre tuvo otras dimensiones – mi abuela Remedios Herrera de Baquero fue una de ellas – fue un mago de la simpatía, de la bondad interior, de la riqueza del alma, siempre tenía a flor de labios la frase amable, estimulante o consoladora, no conoció las dobleces y mas allá de sus Angustias, que también las tuvo, supo cuidar el jardín de su propio corazón para entregar las rosas predilectas al amigo, o a la amiga. ¡Qué ejemplo tan bello, para aquellos, los de ahora, que, por el contrario, teniéndolo todo se esmeran por cultivar en la amargura del alma un serpentario!.
El maestro Rafael Antonio Amaya, siempre, siempre permanecerá en lo más profundo de nuestros corazones. La vida es una suma de recuerdos, en la que nos vamos convirtiendo en coleccionista de nostalgias. Espero que el escrutinio que he hecho del señor Rafael sea el más favorable en el acontecer de los mejores educadores que ha tenido La Guajira, de un Señorazo de muchos quilates, que dio ejemplo en la educación, en la formación del ser humano, en la honradez y rectitud, sin olvidar su aporte a la música y a las letras Colombianas. ¡Que así sea!
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