Por: José Fontalvo De La Hoz
Después del triunfo de Barack Obama en las elecciones generales de los Estados Unidos de Norteamérica que lo acredita como sucesor presidencial del señor George W Busb, toda la humanidad tiene cifradas las esperanzas en el advenimiento de un nuevo sistema o manera de relacionarse con el resto de naciones sean de su órbita o disientan de sus principios.
Debe decirle al mundo la verdad de lo que realmente motivó la invasión y declaratoria de guerra al pueblo de Irak. Hasta ahora nadie ha quedado convencido de la existencia de armas de destrucción masiva en poder del extinto Sadam Husein. Es una deuda histórica que tienen con la humanidad los Estados Unidos de Norteamérica y todas las naciones que los apoyaron en esa aventura que, como tal, solo ha traído desolación y miseria al pueblo iraquí y de contera a todo el mundo por la subida súbita del barril de crudo, elemento fundamental para las labores fabriles y movilización de los automotores. Se espera una época en que el dialogo y la concertación sean las piezas fundamentales en las relaciones con sus vecinos pobres como de todos los del tercer mundo. Se aspira no haya, por el momento, la imposición política del mas fuerte en riquezas y armamento, sino relaciones enmarcadas en los sanos principios de la concordia y la igualdad. Con el gobierno de Obama el unipolarismo tiene que desaparecer; debe surgir un nuevo mundo basado en la aceptación de las diferencias para que aparezca un clima de convivencia mutua que permita la abolición de las fricciones y guerras entre los propios hermanos.
Ojala, comience desatizando los ánimos guerrerristas contra el pueblo iraquí, afgano y ahora con el pueblo palestino asentado en la franja de Gaza que sufre una despiadada invasión por el estado de Israel motivada por aspectos culturales como geopolíticos.
No es necesario ni imprescindible que exista una nación tan fuerte como los Estados Unidos para que éstos dejen de lado la política agresora unipolar, solo basta con considerar a todos los seres humanos como hermanos con los mismos derechos para que reine la paz a nivel mundial. Con estas breves consideraciones, como por encanto, desaparecerían las pujas armamentistas por el control y dirección del mundo solo por el afán del dinero y la riqueza que únicamente pobreza y hambruna le han ocasionado a la humanidad.
En el momento en que se le reconozca el verdadero valor al ser humano y se considere la riqueza como algo de gradación inferior, inmediatamente comenzamos a pisar terreno firme que nos conduce a la integración de la humanidad en un todo. Llegado a este punto podemos izar la bandera de la humanización, algo en apariencia simple, pero con una carga de objetividad inocultable.
Barack Obama, se supone, ha bebido de los saberes de Abraham Lincoln, John Fitzgerald Kennedy, Martin Luther King y otros personajes dispuestos siempre a defender los derechos de los menos favorecidos para conformar una sociedad más igualitaria. Eso esperamos de Obama. Es mucho, parece poco, pero confiamos que eso ocurra.
Debe decirle al mundo la verdad de lo que realmente motivó la invasión y declaratoria de guerra al pueblo de Irak. Hasta ahora nadie ha quedado convencido de la existencia de armas de destrucción masiva en poder del extinto Sadam Husein. Es una deuda histórica que tienen con la humanidad los Estados Unidos de Norteamérica y todas las naciones que los apoyaron en esa aventura que, como tal, solo ha traído desolación y miseria al pueblo iraquí y de contera a todo el mundo por la subida súbita del barril de crudo, elemento fundamental para las labores fabriles y movilización de los automotores. Se espera una época en que el dialogo y la concertación sean las piezas fundamentales en las relaciones con sus vecinos pobres como de todos los del tercer mundo. Se aspira no haya, por el momento, la imposición política del mas fuerte en riquezas y armamento, sino relaciones enmarcadas en los sanos principios de la concordia y la igualdad. Con el gobierno de Obama el unipolarismo tiene que desaparecer; debe surgir un nuevo mundo basado en la aceptación de las diferencias para que aparezca un clima de convivencia mutua que permita la abolición de las fricciones y guerras entre los propios hermanos.
Ojala, comience desatizando los ánimos guerrerristas contra el pueblo iraquí, afgano y ahora con el pueblo palestino asentado en la franja de Gaza que sufre una despiadada invasión por el estado de Israel motivada por aspectos culturales como geopolíticos.
No es necesario ni imprescindible que exista una nación tan fuerte como los Estados Unidos para que éstos dejen de lado la política agresora unipolar, solo basta con considerar a todos los seres humanos como hermanos con los mismos derechos para que reine la paz a nivel mundial. Con estas breves consideraciones, como por encanto, desaparecerían las pujas armamentistas por el control y dirección del mundo solo por el afán del dinero y la riqueza que únicamente pobreza y hambruna le han ocasionado a la humanidad.
En el momento en que se le reconozca el verdadero valor al ser humano y se considere la riqueza como algo de gradación inferior, inmediatamente comenzamos a pisar terreno firme que nos conduce a la integración de la humanidad en un todo. Llegado a este punto podemos izar la bandera de la humanización, algo en apariencia simple, pero con una carga de objetividad inocultable.
Barack Obama, se supone, ha bebido de los saberes de Abraham Lincoln, John Fitzgerald Kennedy, Martin Luther King y otros personajes dispuestos siempre a defender los derechos de los menos favorecidos para conformar una sociedad más igualitaria. Eso esperamos de Obama. Es mucho, parece poco, pero confiamos que eso ocurra.
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