Leandro ve

Por Hernan Baquero Bracho.
Nació Leandro Díaz hace 80 años en la Lagunita de la Sierra, vereda de Barrancas un 20 de Febrero, en el hogar formado por Abel Duarte y María Ignacia Díaz, ambos ya fallecidos. "El homero latinoamericano", ciego de nacimiento, es un verdadero milagro. Sus canciones son la expresión clara de su profunda inspiración y la relación precisa e incontrovertible de lo que describe, sin nunca haberlo visto, pero ha captado con su extraordinaria inteligencia, ayudada como él dice, con los ojos del alma, con los que asegura comunicarse con el mundo exterior. Cosa cierta, auto evidente, ya que al escuchar las descripciones que improvisa y canta vemos desfilar cuadros de hermosura con crepúsculos radiantes, nubes viajeras, jardines polícromos, mujeres hermosas, paisajes fascinantes donde hasta sonríe la sabana, ríos de aguas claras y cantarinas, montañas de mágica flora y valles de intensa luz, que Leandro no ha visto, pero inmortaliza con sus tonadas milagrosas.


Esa fina sensibilidad que demuestra en sus cantos es la prueba irrefutable de que Leandro ve. No puede ser de otro modo. ¿Cómo se puede mostrar tanta belleza, en términos tan cristalinos y puros, sin una comunicación con lo descrito? ¡Imposible!. Algún misterioso canal de luz divina, alguna estrella que va por su camino, ilumina a este ciego gallardo y bondadoso, que con el eco de su voz y el mensaje de sus versos nos quita la tristeza y nos llena de esperanza.


Pasó sus primeros años en la finca de su familia llamada alto pino, allá en Barrancas y dio muestra de su inteligencia al predecir el futuro con tanto acierto que mucha gente caminaba distancias sólo para consultar al pequeño adivino, que con el tiempo vio transmutar esa cualidad por la poesía y el canto. Nació Leandro Díaz un día de carnaval, una mañana cualquiera. Los primeros años de su vida, aquellos que no recuerda y los que recuerda con precisión, fueron los más difíciles. Era un objeto inútil, que no lograba despertar algo distinto a la compasión. Los primeros pasos los dio en medio de tropezones, golpes imprevistos, caídas de aprendizaje y la sensación de estar siempre en el lugar menos indicado.


Más tarde, siguieron más tropezones: en el campo, cuando aprendió a buscar por sí solo el camino real de sus canciones. En los pueblos, donde descargaba la razón de su garganta, que era la misma que la de su vista. En las mujeres, que conoció tarde para la edad pero joven para el amor. Y en cada verso que aflora de su maravillosa testarudez. Es decir, antes de levantarse del piso, ya estaba agarrado del cielo.


Su maravillosa memoria, su elevada inspiración poética y musical, sus altas cualidades humanas, no demoraron en hacerlo el hombre más popular de la región y ese ritmo no ha declinado un instante. Hoy Leandro, es un muchacho al que la tristeza sólo le quedó en las arrugas de la cara. Las del alma ya se fueron.


Leandro Díaz es dueño de más de 200 canciones que sobrecogen el misterio de un mundo que se parece a muchos. Un mundo de dos papeles, que le ha tocado vivir la mayor parte de su vida, y que ahora cuando los afugios se marcharon, los ve con mayor claridad. Esas canciones marcan la ruta de los años que iban pasando. Es el Leandro al que no lo consuela nadie. El que cree poco en los amigos de los tiempos buenos, y machaca hasta el cansancio una temática recurrente que reclama incluso los plagios de sus cantos.


Sin embargo, al lado de sus resabios comprensibles, iban apretujados los otros afanes: el amor a la naturaleza, a la mujer y a su tierra. Se llamó así mismo el cardón Guajiro, ese que no lo mata ni el sol. Ya las mujeres eran cosa de su trajín, se dio el lujo de comparar su cambio con los de la traslaciones de la luna, y como para que sus luces no quedaran desperdigadas, las amarraba con un verbo fino y sencillo, dulce y cortante, adornado con figuras adelantadas y con palabras y modismos raizales que encajaban perfectamente en lo que quería expresar. Este es el perfil de Leandro Díaz, el ciego de oro, la mayor expresión poética que Dios ha dado a todos los amantes del folclor vallenato.

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