Por: José Fontalvo De La Hoz.
La mordaza voluntaria del celibato parece que siempre ha sido cuestionada y quebrantada por los mismos personajes que juraron cumplirla todos los días de su existencia. Cohibirse de sus funciones naturales refleja la renuncia por las cosas de este mundo y demarca el camino de la vida celestial. Una cosa son los bienes naturales y, otra bien distinta el sexo contrario, fundamento de la prolongación de la especie. Los religiosos masculinos y femeninos que se comprometen ante su respectiva comunidad religiosa y, ante ellos mismos, a mantenerse célibes el resto de su vida lo hacen voluntariamente por cuanto si se les exige cumplir un mínimo de requisitos quedan en libertad de aceptar o no esos requerimientos.
La historia es rica en casos de muchos religiosos que después de haber vivido largos años bajo la condición de célibes, se retiran para vivir como simples laicos, solo, por no renunciar toda su vida a las funciones naturales de mantener una pareja y procrear. La condición natural humana, como la de cualquier otro animal no debe ser reprimida, y dejar en especial al humano que busque su pareja para que haya una verdadera sincronización en sus vidas.
En Colombia en la primera mitad del siglo veinte el gran poeta payanés, Guillermo Valencia, en su poema Palemón El Estilita describe a un predicador misionero que se había comprometido observar una vida santa alejada del pecado y la carne.
El desierto, su sede, era con frecuencia visitado por personas que querían oír sus palabras de consuelo, la verdadera palabra que los librara del castigo y las puertas del cielo se les abrieran de par en par. Hablábales de las obras de piedad y sacrificio, de las tentaciones que llevamos y de las situaciones tormentosas que debemos soportar al paso por este mundo. Pero de la turba delirante que le escuchaba surgió una linda pecadora que le hizo perder el equilibrio emocional, dejando en completo abandono el rebaño de almas al que con afán le dispensaba esmerado cuidado. Situación muy bien descrita, así: “Y el buen monje/la miraba,/ la miraba,/ y, queriendo hablar, no hablaba,/ y sentía su alma esclava/de la bella pecadora de mirada tentadora,/ y un ardor nunca sentido/ sus arterias encendía,/ y un temblor desconocido/ su figura/ larga/ y flaca/ y amarilla/ sacudía;/ ¡era amor!/ El monje adusto/ en esa hora sintió el gusto/ de los seres y la vida/ … dejando su columna/ de granito,/ y en coloquio con la bella/ cortesana, / se marchó por el desierto/ despacito…/ a la vista de la muda,/ ¡ a la vista de la absorta caravana!”.
Palemón El Estilita personaje creado por Guillermo Valencia es un hombre igual al padre Alberto Cutié el que experimentó los mismos escarceos que sentimos todos hombres, pero se contenían de manifestarlos públicamente por respeto al compromiso adquirido con sus congregaciones.
Imperó más el instinto que las convicciones en las determinaciones tomadas por estos protagonistas que ilustran palmariamente lo que representa el celibato en los seres humanos. En ambos personajes primó el amor al sexo contrario, no tanto por placer como por la prolongación de la especie. Estos dos acontecimientos provocan escándalos públicos que golpean, en el caso de Palemón no a este personaje, pero si a su autor quien siendo candidato presidencial en 1930 de la República de Colombia pierde aceptación popular por irse contra los cánones de la iglesia católica, y, además, por las secuelas que dejan en el partido conservador sus largos cuarenta años en el poder, la matanza de las bananeras y la depresión económica de 1929. Respecto al padre Cutié, el polvorín que se levanta obedece a su carisma y estima al interior de la feligresía de la iglesia del sur de los Estados Unidos de Norte América y en muchos otros países de varios continentes adonde ha llevado, gracias a los medios de comunicación, su mensaje de convivencia. La figura del celibato establecida con las mejores intenciones de preservar la pureza y unidad de la iglesia católica ha sido quebrantada, a través de su historia, porque quienes han jurado ser célibes no son ángeles sino hombres que sienten y padecen las pasiones propias de los mortales.
Palemón dejó sola a la multitud que lo seguía y se fue con la linda pecadora su salvadora terrenal. Cutié la abandonó por poco tiempo para, en la playa a su amada, demostrarle su indeclinable amor.
El amor es mas poderoso que las convicciones que sustentan el celibato, por eso sería pertinente analizar con mesura la posibilidad de su abolición para ratificarle a la iglesia, además, de su carácter espiritual un sentido mas humano. Es eso lo que ha hecho el padre Alberto Cutié, contraer nupcias y para no dejar de servir al Señor, seguir en la Iglesia Episcopal donde se les permite a los sacerdotes tener esposas.
La historia es rica en casos de muchos religiosos que después de haber vivido largos años bajo la condición de célibes, se retiran para vivir como simples laicos, solo, por no renunciar toda su vida a las funciones naturales de mantener una pareja y procrear. La condición natural humana, como la de cualquier otro animal no debe ser reprimida, y dejar en especial al humano que busque su pareja para que haya una verdadera sincronización en sus vidas.
En Colombia en la primera mitad del siglo veinte el gran poeta payanés, Guillermo Valencia, en su poema Palemón El Estilita describe a un predicador misionero que se había comprometido observar una vida santa alejada del pecado y la carne.
El desierto, su sede, era con frecuencia visitado por personas que querían oír sus palabras de consuelo, la verdadera palabra que los librara del castigo y las puertas del cielo se les abrieran de par en par. Hablábales de las obras de piedad y sacrificio, de las tentaciones que llevamos y de las situaciones tormentosas que debemos soportar al paso por este mundo. Pero de la turba delirante que le escuchaba surgió una linda pecadora que le hizo perder el equilibrio emocional, dejando en completo abandono el rebaño de almas al que con afán le dispensaba esmerado cuidado. Situación muy bien descrita, así: “Y el buen monje/la miraba,/ la miraba,/ y, queriendo hablar, no hablaba,/ y sentía su alma esclava/de la bella pecadora de mirada tentadora,/ y un ardor nunca sentido/ sus arterias encendía,/ y un temblor desconocido/ su figura/ larga/ y flaca/ y amarilla/ sacudía;/ ¡era amor!/ El monje adusto/ en esa hora sintió el gusto/ de los seres y la vida/ … dejando su columna/ de granito,/ y en coloquio con la bella/ cortesana, / se marchó por el desierto/ despacito…/ a la vista de la muda,/ ¡ a la vista de la absorta caravana!”.
Palemón El Estilita personaje creado por Guillermo Valencia es un hombre igual al padre Alberto Cutié el que experimentó los mismos escarceos que sentimos todos hombres, pero se contenían de manifestarlos públicamente por respeto al compromiso adquirido con sus congregaciones.
Imperó más el instinto que las convicciones en las determinaciones tomadas por estos protagonistas que ilustran palmariamente lo que representa el celibato en los seres humanos. En ambos personajes primó el amor al sexo contrario, no tanto por placer como por la prolongación de la especie. Estos dos acontecimientos provocan escándalos públicos que golpean, en el caso de Palemón no a este personaje, pero si a su autor quien siendo candidato presidencial en 1930 de la República de Colombia pierde aceptación popular por irse contra los cánones de la iglesia católica, y, además, por las secuelas que dejan en el partido conservador sus largos cuarenta años en el poder, la matanza de las bananeras y la depresión económica de 1929. Respecto al padre Cutié, el polvorín que se levanta obedece a su carisma y estima al interior de la feligresía de la iglesia del sur de los Estados Unidos de Norte América y en muchos otros países de varios continentes adonde ha llevado, gracias a los medios de comunicación, su mensaje de convivencia. La figura del celibato establecida con las mejores intenciones de preservar la pureza y unidad de la iglesia católica ha sido quebrantada, a través de su historia, porque quienes han jurado ser célibes no son ángeles sino hombres que sienten y padecen las pasiones propias de los mortales.
Palemón dejó sola a la multitud que lo seguía y se fue con la linda pecadora su salvadora terrenal. Cutié la abandonó por poco tiempo para, en la playa a su amada, demostrarle su indeclinable amor.
El amor es mas poderoso que las convicciones que sustentan el celibato, por eso sería pertinente analizar con mesura la posibilidad de su abolición para ratificarle a la iglesia, además, de su carácter espiritual un sentido mas humano. Es eso lo que ha hecho el padre Alberto Cutié, contraer nupcias y para no dejar de servir al Señor, seguir en la Iglesia Episcopal donde se les permite a los sacerdotes tener esposas.
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