Por: Hernán Baquero Bracho.
Hablar de globalización, integración económica o apertura comercial con respecto al departamento de La Guajira, obliga siempre a echar una mirada rápida a la historia de este territorio ubicado estratégicamente en la esquina nororiental de Colombia, sobre el Mar Caribe. Desde periodos coloniales, la península Guajira se convirtió en sitio predilecto para los contrabandistas neogranadinos y venezolanos, así como para piratas que tenían como epicentro de sus actividades la cuenca del Caribe; ya desde el siglo XVI los cronistas de Indias (Castellanos, 1886; Julián, 1880) traen noticias de las relaciones amistosas y el intercambio comercial entre los indígenas Wayuu (denominados Goajiros por los Españoles) y los piratas, corsarios o bucaneros ingleses, franceses y holandeses. De otra parte, y como para aprovechar su estratégica ubicación respecto a los mercados mundiales, el libertador Simón Bolívar propuso construir la capital de la Gran Colombia en las costas caribeñas de esta península. Esta idea nunca fructificó, pero la marginalidad continúo caminando de la mano con los crecientes volúmenes de comercio ilegal de diferentes procedencias.
En pleno siglo XX Maicao se convierte en el municipio colombiano que tal vez transa los mayores volúmenes de contrabando a nivel nacional. La Guajira como la ruta predilecta para sacar ilícitamente café, ganado vacuno y otros productos; desde la década de los setenta irrumpe el negocio global de las drogas; siendo la marihuana el producto que mayor incidencia tuvo sobre la economía y la sociedad Guajira en general. Pero todo no puede ser ilegal en su integración con los mercados nacional y mundial; las tres últimas décadas se inician las actividades de extracción de gas natural y carbón (y la exportación de este último), sumándose a la ya histórica exportación de las Salinas de Manaure.
Lo anterior puede ser indicio de cómo una parte de la sociedad Guajira ha respondido históricamente a las adversidades, tanto naturales como políticas; pero hoy la tendencia a la globalización y la apertura de los mercados se enmarca en una institucionalidad económica que regiones y países deben respetar y aprovechar, si en realidad desean salir bien liberados de los desafíos planteados por el comercio mundial a inicios del tercer milenio.
Si bien la globalización analizada en su conjunto ofrece un incremento significativo de los intercambios comerciales entre los diferentes países, presentándose un juego de suma positiva, cuando se particulariza el análisis a regiones subnacionales o países en específico se develan situaciones de ganadores pero también, y más problemático aún, de perdedores. Estudios muestran que cuando un país se decide por un modelo de apertura económica, a su interior se producen ajustes productivos, especialización, relocalización de la producción, etc. Que benefician a algunas zonas del país mientras otras no logran reconvertir su economía a las exigencias del mercado mundial; todo depende de la rotación y asignación de recursos, de la inversión y acumulación de capital (Humano, Físico y Financiero) y de la forma como lo países, regiones y empresas se coordinen para afrontar los retos de la competencia en apertura y globalización de los mercados.
En pleno siglo XX Maicao se convierte en el municipio colombiano que tal vez transa los mayores volúmenes de contrabando a nivel nacional. La Guajira como la ruta predilecta para sacar ilícitamente café, ganado vacuno y otros productos; desde la década de los setenta irrumpe el negocio global de las drogas; siendo la marihuana el producto que mayor incidencia tuvo sobre la economía y la sociedad Guajira en general. Pero todo no puede ser ilegal en su integración con los mercados nacional y mundial; las tres últimas décadas se inician las actividades de extracción de gas natural y carbón (y la exportación de este último), sumándose a la ya histórica exportación de las Salinas de Manaure.
Lo anterior puede ser indicio de cómo una parte de la sociedad Guajira ha respondido históricamente a las adversidades, tanto naturales como políticas; pero hoy la tendencia a la globalización y la apertura de los mercados se enmarca en una institucionalidad económica que regiones y países deben respetar y aprovechar, si en realidad desean salir bien liberados de los desafíos planteados por el comercio mundial a inicios del tercer milenio.
Si bien la globalización analizada en su conjunto ofrece un incremento significativo de los intercambios comerciales entre los diferentes países, presentándose un juego de suma positiva, cuando se particulariza el análisis a regiones subnacionales o países en específico se develan situaciones de ganadores pero también, y más problemático aún, de perdedores. Estudios muestran que cuando un país se decide por un modelo de apertura económica, a su interior se producen ajustes productivos, especialización, relocalización de la producción, etc. Que benefician a algunas zonas del país mientras otras no logran reconvertir su economía a las exigencias del mercado mundial; todo depende de la rotación y asignación de recursos, de la inversión y acumulación de capital (Humano, Físico y Financiero) y de la forma como lo países, regiones y empresas se coordinen para afrontar los retos de la competencia en apertura y globalización de los mercados.
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