Por: José Fontalvo De La Hoz.
En Colombia, estado social de derecho, a cualquier ciudadano le asiste el derecho de hacerle saber a las autoridades competentes, con el debido respeto, de las inconsistencias que se puedan estar dando en los diferentes órganos del estado. La constitución de 1991 lo consagra, por eso sería conveniente que todos a una veláramos por el estricto cumplimiento de la Carta Magna. A la vieja política de dejar hacer, dejar pasar démosle cristiana sepultura y participemos activamente de la vida democrática del país para que el futuro de esta nación sea holgadamente promisorio.
Los candidatos a gobernador, alcalde, diputado, concejal y edil están, en estos días, radiantes de alegría porque al estilo de los curanderos en las plazas públicas realizan malabarismos tratando de cambiar la esencia de las cosas y su figura corporal, abstrayéndose de la realidad. Hacen vivir alucinaciones a la gente pobre, sufrida y sumida en el olvido con propuestas y proyectos que no tienen nada del otro mundo, pero con el incumplimiento per saecula seculorum y el engaño campaña tras campaña se olfatea una ligera repulsa y una inclinación a la comercialización del voto en contante, sonante y otras múltiples maneras de auto engañarse. Este proceso prolongado en el tiempo, por desidia del mismo pueblo, ha desembocado en un fenómeno-problema de naturaleza puramente social induciendo a los mismos actores a confundirse con el masoquista; es decir sentir placer con el acto denigrante de tomar decisiones contra su propio bienestar. Parece más bien una Cantinflada y enardecido homenaje a Mario Moreno en sus cien años de nacimiento, pero no un acto reivindicatorio de los derechos de los pueblos. En los tiempos preelectorales es cuando se acuerdan de los pobres no para resolverles los problemas sino para eternizárselos con sus reiteradas mentiras y gazmoñerías.
No son todos los candidatos los mercachifles, politiqueros ofertantes de promesas insatisfechas, éstos son los que jamás tienen el interés de resolverle los problemas a la gente necesitada y desvalida. No, su intensión se centra en que cada día aumenten las necesidades intrafamiliares sin solución a primara vista para que siempre esté vigente la afugia económica y se doblegue fácilmente a sus requerimientos. De esta manera se incrementarán las expectativas del pueblo que busca en un corto plazo la solución definitiva de sus problemas atávicos. Los promeseros han calculado que conservando sostenible la pobreza y la miseria les proporciona mejores dividendos que su erradicación, porque se mantiene casi virgen el filón que alimenta la hambruna de los que de ella dependen, y ni siquiera por sus mentes ha surcado la idea del servicio social, eje fundamental del verdadero político persistentemente dispuesto a despojarse de lo suyo en pro de los demás.
Los que fungen de políticos, terminada la jornada electoral le dan las espaldas al pueblo, pues solo lo utilizaron como depositante del voto con el que aseguraron su triunfo, y de ahora en adelante sus interlocutores inmediatos son los contratistas que financiaron sus candidaturas. Adiós pueblo, hasta la próxima. Se da un paso en falso porque económica y administrativamente dependemos de un personal ajeno a la oficialidad y más temprano que tarde caemos en un desastroso fracaso. Señor mago, extraiga de la manga de la camisa la joya de la corona y muy risueño saca una esquelita con la palabra Bogotá, escrito con letras góticas.
La profunda crisis ética que atraviesa Colombia y otros países del mundo tiene sus raíces en la celebración de contratos con particulares que por lo regular no llegan a feliz culminación, puede ser que sus anticipos se inviertan en frentes distintos a la obra contratada o simplemente se gastaron el dinero, y muy campantes se declaran insolventes e incapaces de proseguirla obra. Todo esto se da por el desplazamiento que han sufrido las autoridades administrativas de mano de los contratistas por haberles financiado sus campañas políticas para poder acceder al cargo de elección popular.
A través de estas líneas no le prohibimos al electorado el derecho al voto, solo le advertimos que se cuide de tomar una decisión contraria a sus propios intereses. En ningún tiempo comercialice su voto, porque si lo hace no tiene autoridad moral para reclamarles al o los candidatos triunfadores cuando se presenten anomalías en los diferentes frentes de la administración pública. No se olvide, Ud. hace parte del estado. Ame al estado. Evite ser seducido por la política promesera.
http://queridodiario.lasillavacia.com/2011/07/el-ahijado-de-tomas-uribe-la-alcaldia.html
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