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Por: Hernán Baquero Bracho.
Los laberintos en que han estado sumidos los indios guajiros, viene de mucho tiempo atrás antes de la llegada de los españoles. Los indígenas guajiros llegaron de la Guayana o del Orinoco, de donde fueron expulsados por los ferocísimos Caribes. Cuando llegaron a la península, expulsaron a los Arahuacos que allí Vivian, quienes se fueron a la Sierra Nevada hoy llamada de Santa Marta.
De lo cual concluimos que los indios guajiros no fueron originarios de la Península que hoy ocupan y que lleva su nombre. Ya dueños del terreno, se volvieron duros e indomables, con lucha, tesón y resistencia a la conquista española, donde opusieron desde los tiempos del descubrimiento una feroz resistencia al dominio español, pero no fue solo una resistencia de lucha, porque los guajiros - astutos y sagaces – supieron (cuando les convenía) adaptarse a la idiosincrasia del español, a sus patrones sociales y económicos para formar la sociedad que aun hoy por hoy, permanece y desde entonces el pueblo indígena guajiro, se convirtió en una página de historia bravía y con la conquista y la expulsión de la Peninsular a los conquistadores Españoles, fue el segundo laberinto que les tocó evidenciar.
El historiador Juan de Catellanos, el cronista que vivió en el Cabo de la Vela, en el año de 1559, nos registra las primeras noticias del pueblo guajiro indígena: “descubrieron amplísimas savanas, aunque llena de cardos y de espinas, habitadas de gentes inhumanas, las cuales por allí llaman Cosinas, de tan ligeras piernas y livianas. Que son a los de siervos muy vecinas. Es solo su sustento y su cosecha lo que le puede dar el arco y la flecha.
Todos enjutos, gente baza y nunca jamás ropas ni atavíos. A sus nerviosos miembros embaraza. Son dados al sangriento desafío, tan diestros en la pesca y en la caza que no save soltar tiro vadío. Animasísimos en la pelea contra cualquier y donde quiera que sea”.
Luego entraron a su tercer laberinto. La estratégica ubicación de la Península y sus cercanías a las bases coloniales, francesas, inglesas y holandesas, transformaron a La Guajira en una puerta de entrada para el comercio ilícito de mercancías. Y fue cuando se convirtieron en negociantes es decir se llamaron contrabandistas de productos europeos entre los cuales comenzaron a comercializar armas y pasaron de la pesca, a la caza, a la recolección y luego a la ganadería (que la obtienen por el perulfo o trueque de perlas, la compra o el robo en las haciendas ganaderas) y al comercio, las dos actividades que hasta nuestros días, forman la base de la sociedad wayuu.
Luego de una tregua entre los españoles conquistadores y los wayuu, volvieron los indígenas a acosar las nuevas fundaciones que trataron de instalar dichos conquistadores en territorio guajiro. Y entonces los wayuu se convierten en asaltantes de envíos y de víveres y mercancías y fue así como mantuvieron su autonomía, sus costumbres y su idiosincrasia hasta los primeros lustros del siglo XX. Pero continuaron asaltando y atracando ya no a los españoles de marras, sino a todo lo que se atravesara por su territorio en la alta y media Guajira, ya no solo atracaban a colombianos, venezolanos, sino a los mismos guajiros, los arijunas o no wayuu y ese es su cuarto laberinto, el de los asaltos y atracos que ha dejado miles de muertos en el dominio de su territorio: la salida a Maicao, Carraipia, el kilometro 25 de Riohacha Valledupar, el kilometro 65 de Maicao a Riohacha y pare de contar la que los ha convertido en zona de terror de los wayuu indomables y bravíos de su herencia ancestral.
Y ahora están viviendo su último laberinto, el del secuestro, como el ocurrido con los ganaderos Ramón “Monche” Rodríguez y Mari Luz Acosta y el último de la pareja española que fue de connotación nacional e internacional por el mismo secuestro y la misma liberación. En este último laberinto que están viviendo los wayuu ponen en entredicho su zona ancestral para desarrollar por ejemplo el turismo, el cual traerá traumatismos por la inseguridad. La Junta de Palabreros Wayuu, tiene la última palabra para dirimir este grave conflicto que con sus leyes autorizadas por la Constitución Política Nacional deben darle solución a estos impases que podrían generar en una zona de riesgo como ocurría en la época de la conquista.
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