El clima tuvo que hablar por la Guajira y para fortuna de los medios aparecieron las primeras pistas de un tal “fenómeno del niño”, fenómeno al que se sumó el problema de corrupción y debilidad de instituciones,
porque de que las hay las hay, pero en su mayoría ocupadas en otros asuntos que nada tienen que ver con el discurso del “bien común” que pareciera sonar fuerte solamente en épocas electorales.
El amarillismo de los medios también habló, y como no es extraño, fue suficiente para que el país entero pusiera su atención, al menos por un par de semanas, en el problema de la sequía. El impacto fue tal que en menos de una semana Colombia entera estaba invadida de bolsas y botellas de agua, lo que le demostraba al Gobierno que nos habíamos enterado del problema y que íbamos a contribuir a su solución… ¡Claro! si en realidad la falta de agua fuera el problema, pero como no lo es, contamos al menos con la fortuna de que en medio de toda esa movilización se fueran haciendo más visibles situaciones vergonzosas, sin nombre, que invitan a cuestionar al Estado y su verdadera función y contribución social en esta región del país.
El escenario coyuntural fue aprovechado por muchos indignados, incluso posterior a la visita del Presidente Santos y su promesa de la perforación de los 100 pozos y los carrotanques transportadores de agua, no tardaron en hacerse sentir y en organizar el “Paro cívico por la dignidad de La Guajira”. Piden el establecimiento de una mesa de negociación, el motivo es claro: no quieren que les disfracen con el discurso de la sequía y el agua, la necesidad de una política pública duradera y efectiva en múltiples aspectos que comprenden sistemas de salud, proyectos de nutrición, servicios públicos, educación de calidad, infraestructura vial y medidas medioambientales serias.
Y es que lo irónico de todo esto es que estamos hablando de un departamento que representa una fuente de ingresos importante para el país, además una minita de oro para multinacionales y empresas interesadas en la explotación de carbón; el cuestionamiento entonces también va para minas como el Cerrejón: ¿dónde quedó la promesa de progreso y desarrollo regional que se hizo cuando comenzaron las extracciones a cielo abierto hace ya tres décadas?
Todos podríamos escuchar hablar a un guajiro sobre el contexto en el que vive y ni aun así comprenderíamos la situación, viajar hasta allá tampoco lo sería si solamente de visitar el Cabo de la Vela se trata, sin embargo, no es tan complicado imaginarse lo que significa ver morir a los niños por desnutrición o enfermedades no controladas debidamente, estar al lado de una mujer embarazada con riesgo de muerte por tétano, acostumbrarse a vivir sin agua y ver cómo las millonarias sumas de dinero que supuestamente se invierten en la Guajira desaparecen mágicamente sin algún control político fuerte.
El clima habló por la Guajira y a este nos unimos algunos, pidiendo al Gobierno, tanto nacional, regional y local, que se responsabilice de una situación que ya es histórica. Políticamente desde hace años el departamento no tiene una verdadera representación pero si es un punto central para la “pesca de votos”, esto sin contar que apenas hace dos meses se dieron las elecciones atípicas de gobernador después de la renuncia de “Kiko Gómez” y que uno de los retos de la “nueva” gobernación es vigilar y controlar las acciones de los funcionarios, los cuales se han encargado del despilfarro de los recursos y de darle la espalda a los verdaderos problemas.
Una de las líderes Wayuu afirmó: “Aquí ese fenómeno del niño ya es un anciano”.
Ana María Agudelo Gil (@AnaG938)
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