Por: Hernán Baquero
Bracho
Siempre he
creído que con el paso de los años las ambiciones y el ansia de conquista
futuras, se van recortando. En cambio las incidencias del ayer- cuanto más
remoto más añorado-, cobran tal fuerza en nuestro ánimo que en ocasiones parece
que viviéramos una película de largometraje, y de tal intensidad que nos
sustrae, con no poca frecuencia, del trajín cotidiano para situarnos en un plan
pretérito de perspectivas singulares en el cual encuadramos la propia vida, y
las ajenas, logrando así el prodigio que nos permite entregar a propios y
extraños todo un Súmmum de reflexiones y recuerdos, con los cuales, a lo mejor,
podemos también dar, perfectamente, la imagen exacta de las navidades, o por lo
menos de los episodios que la conformaron o surgieron de ella, en lugares y
espacios que aún nos pertenecen y en la añorada desde la niñez a la época
actual.
Que mejor
momento nos da la vida como las próximas navidades. Momentos para ser actos de
contrición en nuestros corazones. Contriciones de lo que ha sido nuestro
recorrido por el mundo lleno de oropeles y de vanidades. Por ese recorrido
debemos volver de lo que fue nuestra niñez, llena de inocencia, de sencillez,
de alegría inmensa que en varios de los casos sin tener riquezas éramos felices
con nuestras pequeñeces que nos daban nuestros padres, pero gozábamos y
disfrutábamos la vida con tantas cosas bellas que todo se volvía alegría, desde
el regalo que nos “ponía el niño Dios” hasta un simple buñuelo. En esa
inocencia de niños cuando todavía “el mundo” no nos había contaminado, reíamos,
disfrutábamos con los otros niños de nuestra barriada, donde los vecinos se
convertían en almas generosas de nuestras vivencias, nos consolaban en nuestras
tristezas y celebraban nuestros perennes éxitos de esa niñez inolvidable.
Pero
siguiendo el recorrido después de la niñez a la juventud, por la contaminación
del mundo, nos fuimos convirtiendo en otros seres ya no con la misma felicidad
de esa niñez hermosa. Ahora recorríamos otros senderos para alcanzar sueños que
despertaron y dominados comenzamos a proyectar, y el estudio de la secundaria
se fue convirtiendo en una competencia sana, llena de obstáculos pero las
vivencias se comenzaron a hacer más difíciles en ese recorrido buscando cada
quien ser “alguien” en la vida y buscando superar esos obstáculos que en
nuestra niñez no le poníamos esa atención pero que de vez en cuando
observábamos los rostros de nuestras viejitas que se enjuagaban las lágrimas y
como los payasos nos sonreían de manera permanente.
Luego
iniciamos otro recorrido. El de obtener otras metas, como de ser unos buenos
profesionales, allí ya la contaminación del mundo, era más creciente, y
comenzaron a surgir los egos, la envidia, los resentimientos, los complejos de
superioridad e inferioridad y a hacer un recorrido desde la niñez al presente.
Pero ya los objetivos comenzaron a cambiar hacia otros destinos: cambios
recurrentes en nuestras vidas, buscando triunfar a como dé lugar,
enamoramientos a montones, obtener bienes materiales y por esa contaminación
buscar y lograr otras prebendas a través de la obtención del poder económico y
del poder político pero ya de manera enfermiza.
Y en ese
recorrido nos volvimos infelices, nos agobiaron las penas, nos mortificamos con
tantos egos, con tantos fracasos y tantos éxitos, que el mundo globalizado nos
ha enfermado de una manera cruel y es cuando debemos echar una mirada a nuestro
yo interior, a nuestros pasos por la vida y autoevaluarnos de lo que ha sido
esa vida y poder reflexionar en el nombre de Dios, para reconciliarnos los unos
con los otros, para mirar que la vida es hermosa y tratar de cambiar tanto en
nosotros mismos como en nuestros vecinos, que también se han “contaminado” se
enfermaron y se volvieron seres egoístas, envidiosos e infelices y es cuando
debemos todos expresar feliz navidad en nombre de ese “niño Dios” que todos
llevamos por dentro y que debemos volver a despertarlo en estas
navidades.
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