Por: Hernán Baquero
Bracho
Hay en La
Guajira, material humano, de excepcionales condiciones y con deseos de librar
las batallas que nos permitan alcanzar un mejor porvenir. El escenario es
propicio. Este pueblo de La Guajira, de carácter altivo y corajudo, ha venido
demostrando que tiene una alta dosis de civilidad, ya que con paciencia y
dentro del orden, ha registrado un comportamiento reflexivo al afrontar tantas
dificultades como a diario lo asechan. Sin embargo, respeta y quiere las
instituciones democráticas y como atalaya defiende en la frontera nuestra
soberanía nacional, quizás porque La Guajira y sus gentes existieron antes que
se formara La Republica y ayudaron con sus gestas a formar la historia guerrera
de la patria con la presencia valerosa y oportuna de nuestro nunca bien
admirado Almirante José Prudencio Padilla López y además con ese negro de ébano
como lo fue el gran intelectual camaronero de origen barranquero, Luis Antonio
“el negro” Robles Suarez, a propósito de que la honorable Cámara de
Representantes le develara y le hiciera honor a su nombre, como uno de los
grandes intelectuales que ha tenido Colombia en toda su historia.
A raíz de
los últimos acontecimientos que han venido sucediendo en la península guajira
con respecto a las diatribas que la gran prensa nacional y dirigentes del país
han querido colocar al departamento en el ojo del huracán, donde el país
“cachaco” siempre nos ha dado un tratamiento de tercera y nos han tratado como
expósitos de la patria, quisiera que con esta columna de opinión muchas cosas cambiaran
en mi tierra guajira.
Ojalá
muchas cosas se dieran para encausar el rumbo de La guajira. Ojalá que las
diferencias políticas que cada día son más prominentes se arreglara entre
nosotros y no metieran sus narices ese país “cachaco” que nos tiene hasta la
coronilla y que hoy se han convertido en nuestros jueces naturales, apócrifos y
de mala leche que con sus opiniones y sus juzgamientos tratan de enrostrarnos
nuestras falencias y nuestras debilidades que como toda región mantiene en su
diario trajinar. Ojalá volviera la civilidad política de antaño, donde este
pedazo de patria era ignorado por ese país “cachaco” donde éramos vistos y
reconocidos como indígenas sedientos de esa Colombia que nos ignoraba en el
contexto nacional.
Ojalá La
Guajira retomara su rumbo de implementar otra vez ese guajirismo que nos
identificaba y nos hacía fuerte ante esa Colombia impía que solamente nos
miraba de soslayo para reconocer de manera ingrata y como si fuéramos una
región de limosna a unos indios con la cara pintada y montados en un burro en
las pampas guajiras. Ojalá volvieran esos tiempos donde los guajiros eran
reconocidos como una raza indómita, fuerte, con carácter y personalidad y
éramos ante todo respetados por el país andino y lanudo de esos “cachacos” que
pregonan la moral pero que en realidad utilizan su doble faz para engañar a
bobos y pendejos.
Ojalá
volviera a reinar entre nosotros el valor de la amistad. Valor este que se ha
perdido y que hoy para desgracia de todos nosotros, utilizamos las puñaladas
traperas para darnos y traicionarnos en esos preceptos que a la fecha son como
el eslabón perdido de la humanidad, donde la amistad y la palabra pasaron a
segundo plano en el pueblo guajiro.
Ojalá La
Guajira se convierta en un punto de referencia para la nación en prosperidad,
desarrollo y calidad de vida. La Guajira el próximo primero de julio, arriba a
sus primeros 50 años de vida administrativa y la deuda que tiene Colombia con
la península es grande y la deuda que tienen los dirigentes de esta sección del
país con sus habitantes es más grande.
Hoy hay que decirlo de manera real y
objetiva que no existe ni prosperidad, ni mucho menos desarrollo y la calidad
de vida de la mayoría es paupérrima y vergonzante. Ojalá pudiéramos
cambiar la historia y no estuviéramos viviendo este presente sombrío donde la
brújula y el norte se perdieron en las aguas del mar caribe por culpa de
nosotros mismos y por el desamor que la misma Colombia tiene y ha tenido hacia
todos nosotros.
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