La Corte Constitucional dio visto bueno a la actuación de la CAR, que
separó al animal de la familia con la que vivía desde hace 6 años y lo
devolvió a su hábitat. La familia afirma que hubo "cambiazo".
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Con una decisión que dejó un sabor
agridulce, la Corte Constitucional puso fin a la historia de un mono
aullador que durante seis años se convirtió en un integrante más del
hogar que lo acogió en una casa de familia en La Mesa (Cundinamarca).
Con
ponencia del magistrado Luis Guillermo Guerrero, el alto tribunal le
dio el visto bueno a la decisión que tomaron las autoridades
ambientales, que separaron a este animal silvestre del entorno de estas
personas para devolverlo a su hábitat natural. El caso es tan conmovedor
que los magistrados dicen compadecerse del dolor que sienten estas
personas por separarse del mono.
Ahogada en lágrimas, Disney
Alfonso Cepeda todavía recuerda a ‘Bebé’, que era como ella y su familia
llamaban al animal que durante seis años estuvo integrando su hogar,
más que como una mascota, como un verdadero hijo de la casa Ríos
Alfonso.
El animal, a quien también
solían llamar ‘King Kong’, se había salvado de convertirse en el
almuerzo de algunos indígenas, luego de un viaje que Lugo Ríos Rivera,
el esposo de Disney, realizara a La Guajira en el 2008.
Según
ellos, Lugo prefirió pagar 50.000 pesos para quedarse con el mono y así
evitar que se convirtiera en el alimento de un grupo de personas que,
por sus costumbres y tradiciones, no podrían perdonarle la vida al
simpático animal.
Al retorno a su vivienda de La Mesa
(Cundinamarca), luego de su travesía por el Caribe, el hombre trajo
consigo a quien en poco tiempo se convertiría en el miembro más querido
por la familia: un pequeño mono aullador que, con el correr de los años,
llegaría a ser uno integrantes más del grupo familiar.
No solo
le pusieron Bebé, también le enseñaron a comportarse, a imitar algunas
de las acciones más típicas de los seres humanos, como sentarse a la
mesa a compartir una comida en familia, usando los cubiertos e ir al
baño, como lo haría cualquier persona.
Este mono aullador no era
ni siquiera una mascota, pues parecía haberse convertido, como la
familia lo llamaba, en un bebé en pleno proceso de aprendizaje que
avanzaba a pasos agigantados. Al menos así lo creían los Ríos Alfonso.
El
pequeño mono se levantaba todos los días a disfrutar del jugo de
naranja, el café y las frutas que le daba la señora Alfonso, pero además
se comportaba como si fuese un miembro más de la familia, que se
preocupaba por los demás y respondía con afecto al cariño que le
ofrecían.
Para ellos, la presencia de Bebé en la casa era
fundamental para que el señor Ríos pudiera hacer más llevadero el cáncer
que lo venía aquejando. El cariño del animal, su inteligencia y su
gratitud, era para ellos un verdadero aliciente en un momento de penuria
como este.
Pero ese idilio que venía viviendo este grupo
familiar se terminó en el 2014, cuando la Corporación Autónoma Regional
de Cundinamarca (CAR) se quedó con el animal, para tratar de
rehabilitarlo y readaptarlo a sus costumbres como espécimen salvaje y
enviarlo de vuelta a su hábitat natural.
Frustración
En
contra de los anhelos de la familia, Bebé fue a parar a la Fundación
Bioandina, que lo prepararía para llevarlo inicialmente al zoológico
Santa Fe, en Medellín (Antioquia), donde se esperaba que recuperara sus
capacidades para vivir con los de su especie, como cualquier otro mono.
Dicen
que el mono no comía y se veía frustrado por estar lejos de los Ríos
Alfonso, mientras en la casa de La Mesa el señor de la casa se sentía
cada vez con menos fuerzas para tratar de afrontar su enfermedad.
Unos
y otros padecían a más no poder la ausencia del otro y por eso los Ríos
Alfonso decidieron acudir a la justicia e iniciar una larga batalla
jurídica con la que, por desgracias para ellos, no lograron recuperar a
su mascota.
Primero el Tribunal Administrativo de Cundinamarca y luego el Consejo de Estado frustraron las intenciones de este grupo de personas, pues consideraron que pese al sufrimiento de la familia lo que estaba en juego era la protección del propio animal.
Por
orden de esas corporaciones, el mono aullador terminó siendo liberado
en un sector rural de Antioquia, mientras la familia esperaba que la
Corte Constitucional se apiadara de su situación. Esa entidad escogió el
caso para revisión, pero el resultado fue el mismo.
Y a pesar
de que los magistrados, en su sentencia, dejan ver su conmoción y
solidaridad con el dolor que sienten los Ríos Alfonso, concluyeron que
quien realmente estaba en peligro era el animal, pues por mucho amor que
le hayan ofrecido a lo largo de estos seis años, terminaron afectándolo
notablemente al modificar sus costumbres salvajes.
Cambiazo
La
Corte concluyó que en este caso su deber era proteger la fauna
silvestre y por eso ratificó las decisiones del Tribunal y el Consejo de
Estado. Sin embargo, consultada por Semana.com, Disney Alfonso Cepeda
asegura que el mono que llevaron al zoológico y que terminó en las
selvas antioqueñas no era su Bebé.
Esta mujer aportó soporte
documental en el que consta que el trámite que adelantaron las
autoridades ambientales está relacionado con una hembra y no con un
macho como, según dice, era el pequeño mono que le dio tanta vitalidad a
sus corazones.
Absorbida por el llanto, esta mujer pide que le
aclaren realmente qué fue lo que sucedió con “su pequeño”, pues ese que
aparece registrado en todos los trámites de rehabilitación y traslado a
su hábitat natural del espécimen, insiste ella, no es el mismo que se
les robó su amor.
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