Tomado de: http://www.semana.com
La mayoría desconfía del fallo sobre el caso Colmenares. La falta de legitimidad de la justicia formal permite la justicia violenta y por cuenta propia.
Pocos casos judiciales han generado tanto interés como el de la muerte de Luis Andrés Colmenares en la noche de Halloween, hace seis años, en 2010. Los medios, incluida la televisión, han seguido el proceso casi con la misma pasión con la que actuaron en Estados Unidos durante el legendario juicio a O. J. Simpson, en 1995. El lugar del caño del parque El Virrey en Bogotá donde murió Luis Andrés –en el que hay una placa conmemorativa- se convirtió en lugar de romería para ‘directos’ de noticieros, manifestaciones de familiares que demandaban justicia y curiosos en busca de una selfie para el recuerdo.
Por eso el fallo de la jueza Paula Astrid Jiménez, el martes pasado, era tan esperado. Y por eso es tan llamativo que el 70,3 % de los colombianos no esté de acuerdo con la absolución de Laura Moreno y Jessy Quintero, procesadas por homicidio, y con la conclusión de la jueza en el sentido de que la muerte de Colmenares fue un accidente y no un asesinato.
Ese 70,3 %, resultado de una encuesta de la firma Datexco para El Tiempo y la W –vs. sólo el 8,1 % que está de acuerdo con la jueza- no solo dice que los colombianos querían la condena de las dos jóvenes sino, también, que no tienen confianza en la justicia.
En lo que se refiere al caso, siempre habrá dudas. Más aún después de una polémica mediática en la que intervinieron algunos de los abogados penalistas más respetados del país. Y de una historia llena de capítulos novelescos: el sueño de la mamá de Luis Andrés, Oneida Escobar, en la que se entera que su hijo murió asesinado, y no por accidente; testigos falsos; el entorno lúgubre y oscuro el día de las brujas.
Pero nada de eso significa que la absolución es absurda o contraria a la verdad. No es el caso de O. J. Simpson. Allí había pruebas que lo comprometían con el asesinato, y siempre se ha interpretado que el jurado (con mayoría de afroamericanos) absolvió al popular exfutbolista en una decisión fuertemente determinada por consideraciones raciales. Esa lectura queda muy clara en una estupenda serie –“Todos contra O. J. Simpson”- que Netflix acaba de poner en su portal.
El caso Colmenares fue igual de mediático y controvertido, pero para nada la culpabilidad de Laura y Jessica era evidente o incuestionable. Hace cerca de cinco años José Monsalve, periodista de SEMANA, publicó un libro titulado Nadie mató a Colmenares, que fue su conclusión después de un riguroso análisis de los argumentos de las dos partes. El fallo de la jueza Jiménez no se merece una desaprobación de siete de cada diez colombianos.
Y probablemente no es la causa. Sino, más bien, que los colombianos no creen en la justicia, más allá del sentido de este o de otro fallo, y que, por el contrario, esa confianza se ha deteriorado en los últimos años. Según el Centro Nacional de Consultoría, los ciudadanos califican con 5,2 –en una escala de uno a diez- al sector de la justicia: es el que aparece más abajo en el estudio. Y hay otras cifras aún más llamativas del Observatorio sobre Democracia del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes. En una serie de encuestas anuales se concluye que la idea de que “los tribunales garantizan un juicio justo” cayó de 40,8 % en el 2010 a 19,5 en el 2016. La sensación de impunidad, mientras tanto, se trepó de 54 en el 2012 a 69 en el 2016. Y, en forma tan coherente como preocupante, la “confianza en el sistema de justicia” se desplomó de 48,8 en el 2008 a 27,7 en el 2016.
Además de la desconfianza creciente en las instituciones de la justicia, la predisposición negativa de los ciudadanos también tiene explicaciones en la cultura general. Es decir, en el conjunto de valores y perspectivas mayoritarias. Los fallos condenatorios son mejor recibidos que las absoluciones. Y más aún: estas últimas –las absoluciones- se asocian con falta de justicia y con impunidad. En estricto sentido, el largo proceso sobre la muerte de Luis Andrés Colmenares fue un caso de acción eficaz de la justicia, que terminó con absoluciones y con una verdad judicial: no hubo asesinato sino accidente. Eso también es justicia.
Pero no lo cree así el 70,3 por ciento de los ciudadanos encuestados, lo cual tiene repercusiones negativas concretas sobre la legitimidad y, por consiguiente, problemas de acatamiento y credibilidad. Como, por ejemplo, una peligrosa tendencia a la búsqueda de justicia por cuenta propia –desinstiucionalizada y que puede llegar a ser violenta-. Así ha ocurrido en varios casos recientes, como los del cruel feminicidio y violación de la menor de edad Yuliana Samboní por parte de Rafael Uribe Noguera, aceptado ante un juez; o el de furibundos antitaurinos contra aficionados a los toros; o de los taxistas que quemaron un Uber en Bogotá.
Se podrían mencionar decenas más. Es la justicia violenta que se reproduce –y hasta se acepta- cuando la justicia formal pierde credibilidad.
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