Por:
AGUSTÍN BUSTAMANTE TERNERA
“El día que Juancho se muera,
quedá su pueblo de luto (BIS),
bajará
una nube negra,
lo llamarán el difunto (BIS)”
(‘Lucero
de la mañana’, 1971,
y
‘Jesucristo caminando con San Juan’,
1976)
Como buen padre que fue, a principios de
1978 Juancho Polo compró en Fundación (Magdalena), en un precio cómodo, una
‘mejora’ o casita de paredes de barro (bahareque) y techo de paja (palma), sin
nomenclatura, ubicada en un sector de invasión, inmueble que hoy se encuentra
reconstruido con bloques y techo con láminas de zinc, con paredes pintadas de
color azul, demarcado con la siguiente dirección: carrera 20 número 11-25,
barrio ‘23 de Febrero’. Pasados 40 años cambió de dueño, hoy esa casa es de
propiedad de Sixta Tulia Charris.
Se asegura que Juancho compró esa casa para
que su hija Rosa María, quien para esa época llegó de Flores de María y vivía
como arrendataria en Fundación, en la misma cuadra, con el tiempo la fuera
ampliando.
Su nieta, Gladis Carmona Polo, hija de Rosa
María, echa al vuelo sus recuerdos, “mi abuelo vivía con una mujercita en El
Copey (Cesar), donde tenían casa propia, frente a la del acordeonero Luis
Enrique Martínez, cerca del Comando de la Policía, pero pelearon y ella lo
echó”, afirmación que confirma Julio Ospino Polo, “mi tío se radicó en El Copey
con un señora que cantaba, la conoció y se la consiguió en una parranda. Él era
aventurero, según me contó, vivió en muchos lugares, entre ellos estuvo un
tiempo corto en Valledupar”.
Continúa Gladis, “se vino para Fundación,
acá con la asesoría de mi tío Sebastián y la de mi madre compró una mejora
cerca a la de ellos, en el barrio ‘23 de Febrero’, le gustó y se enamoró de su
nueva vivienda porque tenía un patio grande, allí sembró varias frutas y
hortalizas: habichuela, batata, maíz, maní, entre tantos cultivos, cuando no
tocaba se entretenía regando o dándole vueltas a su sembrado”.
Fue de las pocas viviendas fijas que se le
conoció a Juancho en los últimos años, como presintiendo su final, tal vez
pensó que era necesario esperar la cita con la muerte en un lugar propio,
aunque no la alcanzó a disfrutar mucho tiempo.
La ‘mejora’ está ubicada en mitad de cuadra,
a la vuelta, en la esquina de la carrera 21 con la calle 12, quedaba la casa de
su hijo Sebastián ‘Chan’ Polo, quien vivía allí con su compañera sentimental,
Carmen Elena Carmona Buelvas, nacida en Sabanas de San Ángel (Magdalena), el 10
de enero de 1946, relación que la completaban sus hijos Luis Enrique (+), Rosa
María, Alicia Esther (nacida en Pivijay, el 3 de julio de 1970), Juan Manuel
(nacido en Pivijay, el 22 de marzo de 1971), María Elena, Elías Miguel (+) y
Pablo.
En la zona también estaba la casa donde
vivía arrendada Rosa María Polo, frente a la de María Valenzuela y la de Andrés
Pérez, el hombre que resultó clave en esta historia.
El
tintico to’as las mañanas
Desde entonces, por orden de sus padres, se
volvió costumbre que todas las mañanas los hijos de ‘Chan’ iban a la casita de
su abuelo a llevarle un pocillo de tinto caliente, donde lo encontraban
descansando en la hamaca que colgaba en la pequeña sala. Desde que Juancho
decidió radicarse en el mismo sector, esa misión se la habían encomendado a sus
nietos mayores: Luis Enrique, Rosa María, Alicia Esther y Juan Manuel. Le
llevaban el tinto, sin embargo, en el momento de las comidas, el viejo Juglar
se ‘pegaba’ los tres golpes en la casa de ‘Chan’, donde se entretenía en la
mesa contando sus historias a su hijo, a sus nietos y a su nuera.
Con el acordeón en sus manos, todas las
noches Juancho se iba para los kioscos o colmenas ubicadas en el Mercado Público
de Fundación, donde expendían licor, “a escondidas, yo me le iba atrás, estaba
pendiente porque cuando tomaba, casi siempre se le caía uno o varios billetes,
yo me las ingeniaba para recogerlos”, expresa Galdis, quien agrega que “me daba
miedo que me viera, porque era bastante fregado, nos decía que nos cuidáramos,
que no quería ‘puticas’ en la familia”.
El miércoles 19 de julio de 1978 se fue
para Aracataca (Magdalena) con Sebastián (su hijo) y Euclides (su sobrino), a
‘rebuscarse’ en las fiestas patronales en honor a la Virgen del Carmen, las
cuales se celebraban ese año desde el domingo 16 de julio, el día clásico de
Nuestra Señora del Carmen.
Cuenta ‘Chan que, “esa vez en ‘Cataca’ nos
pusimos a tocar en las carpas ubicadas en los alrededores de la plaza de
‘Bolívar’, frente a la iglesia ‘San José’. Amenizamos una que otra parranda a
quienes nos solicitaron ese servicio. Al día siguiente, amanecidos, les dije
que nos fuéramos para Fundación, pero ninguno de los dos estuvo de acuerdo. Como
a esos pueblos los separan unos 10 minutos de distancia, yo los acompañaba por
las noches, pero apenas amanecía me regresaba para mi casa. El viernes 21 de
julio estuve un rato con ellos, les comenté que me habían contratado para tocar
una parranda en Fundación, pero con la promesa de que llevara a mi papá, quien
me escuchó, me miró de reojo, pero me respondió que él no me podía acompañar,
que se iba a quedar en ‘Cataca’”.
Recuerda ‘Chan’ que, al mediodía de ese 21 de
julio recibió en su casa la visita del señor Carlos Padilla, quien fue a
buscarlo para que le amenizara una parranda, pero la condición era que llevara
a Juancho, “por eso me fui temprano para Aracataca, para ver si convencía a mi
papá”.
Agrega que, “como a las nueve de la noche me reuní en mi casa con el
guacharaquero Gregorio ‘Goyo’ Martínez, nos estábamos preparando para la
parranda en la casa de Padilla, cuando de pronto llegó mi papá, sobrio, no
estaba borracho, sin embargo, se le notaba nervioso, estaba preocupado, nos dio
la noticia con palabras entrecortadas, “Euclides tuvo un accidente grave, yo
creo que está muerto”, se puso las manos en la cara, bajó la cabeza, hizo una
pausa larga, y agregó, “es que se fue a bañar al río, se tiró de cabeza y
parece que se dio un golpe fuerte con un palo, se encuentra bastante mal, se lo
llevaron para el Hospital de Aracataca”. Se fue para su ranchito, estaba muy
triste, no lo veía bien, lo notaba extraño, no quiso cenar, no pronunció ni una
sola palabra. Al poco rato me mandó a llamar con uno de mis hijos, en seguida
me fui para su casa.
Cuando de nuevo le hablé de tocarle la
parranda a Carlos Padilla, me comentó que con esa novedad en la familia menos
me podía acompañar. Se bajó de la hamaca, se metió a la única ‘pieza’ (alcoba),
trajo su acordeón y me la entregó, me sorprendió porque él era tan jodido que
pocas veces me la prestaba.
No se me olvidan las últimas palabras que me
dijo: “bueno, vayan siguiendo, que de pronto orita les caigo”; pero que va, nos
quedó mal. Le conté al dueño de la fiesta que mi padre estaba afectado por el
accidente que sufrió mi primo Euclides, le dije que mejor lo dejáramos
tranquilo”. Más tarde, cuando regresé a mi vivienda, mi mujer me contó que mi
papá me había ido a buscar, que quería hablar conmigo, que estuvo hasta tarde
de la noche esperándome, pensé que era para que lo acompañara al día siguiente
a visitar a Euclides.
Otra
vez una Alicia en su camino
Casualidad o caprichos del destino, pero la
primera persona que percibió la muerte del Juglar fue su nieta Alicia Esther
(otra vez una Alicia en la vida de Juancho), de ocho años, a quien le
correspondió llevarle el tinto esa mañana del sábado 22 de julio de 1978. Luego
de tocar la puerta con insistencia, notó que algo raro sucedía, su abuelo Juancho
Polo no le contestaba, por una hendija se dio cuenta que las piernas del viejo
Juglar sobresalían por cada uno de los lados de la hamaca, parecía que estaba
en un sueño profundo.
“En medio de mi inocencia, me regresé para
mi casa, le dije a mi papá que mi abuelo no me quería abrir, pero no me creyó,
pensó que era que yo no había hecho el mandado completo”, manifiesta Alicia
Esther Polo Carmona, quien agrega que, “mi padre Sebastián me pidió que le
entregara el pocillo de tinto, se lo dio a mi hermanito Juan Manuel y lo mandó
para donde mi abuelo, a los pocos minutos
regresó con la misma noticia de que mi ‘viejito’ no contestaba el toque de la puerta”.
Alicia dice que su padre ‘Chan’ Polo se puso
nervioso y no se atrevió ir enseguida a ver qué pasaba, “mandó a su amigo
Andrés Pérez, quien regresó y le dijo a mi papá que pasaba algo extraño, que se
cansó de tocar fuertemente la puerta y nada, fue entonces cuando mi familia se
puso alerta y nos fuimos para la casita de mi abuelo, todos estábamos allí
cuando el señor Andrés hizo un hueco grande en la pared y con una varilla movía
la hamaca donde dormía mi ‘viejito’, después llegaron dos señores más y forzaron
la puerta de zinc hasta abrirla, él
parecía que dormía de lado, se veía normal, recuerdo que dormía un sueño
profundo del cual no despertó”.
“Yo no podía creer que estuviese muerto, no
entendía nada de lo que estaba pasando, porque mi abuelo estuvo en mi casa con
nosotros hasta tarde de la noche”, asegura Alicia.
La versión de Gladis Carmona da cuenta que
“mis primos Alicia y Juan Manuel me avisaron acerca de lo que estaba pasando,
enseguida me fui para la casa de mi abuelito, allá encontramos a nuestro
vecino, el señor Andrés Pérez, quien hurgaba la hamaca con una varilla que
metió por una hendija que se formaba entre el marco y la puertecita de zinc,
para ver si el viejo contestaba, pero nada, su silencio era eterno. Cuando en
medio de la angustia y el desespero, por fin se decidieron a forzar, abrieron
la puerta, entramos todos casi que al mismo tiempo, entonces lo vimos dormido
en la hamaca, estaba pálido, frío, se
le había ido la vida sin decirnos nada, sin despedirse de nosotros”.
La nieta mayor de Juancho Polo se detiene
para rememorar una escena que nunca se le ha olvidado, la lleva en su
pensamiento desde esa mañana aciaga, “me causó mucha, pero mucha curiosidad que
mi abuelo Juancho tenía en la cara un camino de hormigas ‘locas’ que le salían
de la boca, pocos le prestaron atención a ese detalle. En mi familia se comentó
después que tal vez eso se debía a que, al parecer, a él le echaron un
maleficio, que salió luego de su muerte”.
El detalle de las hormigas que cuenta Gladis
con relación al tema de la muerte de Juancho, reafirma lo que siempre hemos
pensado, realmente nunca se sabrá el día en el que Juancho se fue del mundo, si
en el final de la noche del 21 de julio o en el comienzo de la madrugada o en
la mañana del 22. Es posible que las
hormigas hayan aparecido con el paso de varias horas después del deceso del
Juglar.
“Mi abuelo era un ser extraordinadio, nos
quería mucho, jugaba con nosotros”, asegura Gladis, “de él se podrá decir que
era borrachón, que era peleonero, lo que sea, pero buen padre y abuelo sí era,
nos cuidaba, nos protegía; era un hombre inteligente, hablaba bonito, recuerdo que en mi inocencia de mis nueve
años le pregunté que si ‘Lucero Espiritual’ era el nombre y el apellido de una
mujer, me respondió que no, que simplemente ‘Lucero Espiritual’ era el sol, ese
que tú ves allá amarillito, que todas las madrugadas pelea con el manto de la
noche que se empeña en mantener la oscuridad, pero ese ‘Lucero’ le gana la
partida y se abre como una cortina para que entre la claridad y nosotros nos podamos ver las caras”.
Entre tanto, Sebastián ‘Chan’ Polo comenta
que “eran como las siete de la mañana,
ya yo me había bañado, estaba listo para viajar a ‘Cataca’, con el fin de
averiguar cómo estaba Euclides, pero de pronto presentí que algo malo le había
pasado a mi papá, cuando vi a mi pequeña
hija regresar a mi casa con el tinto en la mano, me dijo que como su abuelito no
le respondía, se asomó por una hendija que
tenía la pared de la casa, vio que el sol caliente le daba en la cara,
mi papá tenía la boca abierta, no se movía y estaba amarillo, como para
convencerme de la cosa, mandé a mi hijo Juan Manuel, quien regresó con la misma
noticia, que su abuelito no le quería abrir.
En ese momento me visitaba mi compadre
Andrés Pérez, le pedí el favor que fuera a ver qué pasaba, cuando volvió me
dijo que lo acompañara, que la vaina era en serio, cuando llegamos, llamamos a
mi papá, gritamos, tocamos la puerta, finalmente tuvimos que forzarla con mucha
fuerza para abrirla, en esa labor nos ayudaron personas que pasaban por el
lugar, entre ellos los reconocidos acordeoneros Erasmo y Manuel Bocanegra Vega,
más conocidos como ‘Los Pata Pelá’, se identificaban como ‘Los Hermanos Vega’,
naturales de Sabanas de San Ángel, pero forjados musicalmente en Bellavista
(hoy corregimiento del municipio de Algarrobo-Magdalena) El más extrovertido de
los dos era Manuel Vega, a quien lo llamaban ‘El Loco’ y ‘El Buitre’.
Murió
de repente
Lo encontramos en su hamaca, estaba arropado
de la cintura hacia abajo, tenía puesto un pantalón de terlenka de color gris,
su camisa a cuadros rojos estaba tirada en un taburete, su sombrero
‘cañaflecha’ lo tenía en el pecho, sus abarcas ‘tres puntá’ estaban debajo de
la hamaca. No había nada que hacer, murió de repente, de un infarto, aún no
sabemos si lo pudo afectar la impresión que le produjo el accidente que tuvo
Euclides”.
Un vecino asegura que cuando lo encontraron
muerto, Juancho tenía una botella de ‘Caña’ en una mochila, detalle que
desmintieron los familiares de ‘Valencia’.
Cuenta Carmen Carmona, compañera sentimental
de ‘Chan’ Polo, que, “esa noche el señor Juan vino a mi casa a preguntar por su
hijo ‘Chan’, que si ya había regresado de la parranda, yo le respondí que no,
entonces se quedó con nosotros un buen rato y después se fue cabizbajo para su
‘mejora’. Se notaba que algo le pasaba, pero no quise preguntarle nada por
temor a que me respondiera con una de sus tantas terquedades”.
En un registro de defunción expedido el
cinco de abril de 1991 e identificado con el código 3955, del municipio de
Fundación, se lee que el origen de su deceso fue por “causas naturales”, pero
las voces callejeras aseguran que lo que se llevó a Juancho a la tumba fue una
cirrosis hepática (cáncer en el hígado), producto de la excesiva ingesta de
alcohol.
Aunque murió en su casa en el barrio ‘23 de
Febrero’, el cadáver de Juancho fue velado en la vivienda ubicada en la calle
1A número 12-02, barrio ‘Paz del Río’, cerca del río Fundación, que en ese
momento era de propiedad de su sobrina María Polo, y la cual desde 1996 la
habita Dilia Carmona.
Una multitud de artistas, periodistas,
políticos, amigos, seguidores, personas del común y representantes de los
gobiernos de Fundación, los municipios vecinos y el departamento del Magdalena,
se solidarizaron con su familia y acompañaron al cortejo fúnebre hasta su
última morada.
Desde los techos, las ventanas y árboles, la
gente no quería perderse ningún detalle. Se comenta que fue un momento
irrepetible en la historia del sepelio de una persona en esta población, el
acompañamiento fue tal que cuando el féretro pasaba por la carrera 8, donde
queda el almacén ‘La Campana’, la parte delantera de la multitud estaba
entrando en el cementerio ‘San Rafael’, ubicado a ocho cuadras largas, en la
carrera 8 entre las calles 9 y 10. Algunos fundaneses dicen que, ante el ‘río’
de gente, no se dieron cuenta el momento en el que sacaron el ataúd de la casa
donde lo velaron rumbo al cementerio.
En el sepelio estuvieron entre otros
acordeoneros Alfredo Gutiérrez, los hermanos José, Juan y Manuel Manga ‘Los
Manga de Paraíso’, Miguel Antonio ‘El Niño’ Villa, Erasmo Vega, Manuel Vega, a
quienes les dicen ‘Los Pata Pelá’, ambos de Bellavista (Magdalena) El Juglar
fue sepultado en medio de 13 acordeoneros que no paraban de tocar y tocar.
Después vinieron los homenajes de sus colegas y familiares.
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