Por: Aliskair De La Hoz
En estos decembrinos días de unión familiar, en una de
las visitas que se hacen a los atractivos sitios de La Jagua del Pilar,
Urumita, Villanueva y El Molino; se aprecia como el esfuerzo de una familia por
ver realizado su sueño, y que lo que nació como una idea para integrar a la
familia es uno de los lugares más visitados en esta parte de la región del
“Villanueva grande”.
Uno de los miembros de la familia hacía alarde, con
razón, del esfuerzo que realizaron para tener al lugar en las condiciones que
estaba, digno de admiración por los que llegaban; pero al mismo tiempo se
quejaba por una de las situaciones que vivió en el mes de diciembre: - Este
lugar lo alquilamos en contadas ocasiones para que se realizaran reuniones
familiares, sin embargo no contamos que una de las personas que reservó el lugar,
realizó una reunión de carácter político, de acuerdo a lo que comentaban
algunos de los asistentes. La reunión llegó a oídos del alcalde de turno, quien
al reconocer que la anfitriona momentánea era su rival y principal opositora,
no pensó dos veces en enviar un grupo de funcionarios para que realizaran una
inspección al lugar, para que, minuciosamente se buscara, y que al encontrarse
un solo indicio de alguna irregularidad, se plasmara en un informe para tomar
cartas, de carácter administrativo, en el asunto.
Escrutar un sitio, aprovechándose de la autoridad
conferida por el proceso democrático de su población, para enviar el mensaje de
que “aquí se hace lo que a mí me genere
tranquilidad”, es una muestra clara
de lo que viene sucediendo en la vida política de nuestra región; estas son las
muestras de nuevos liderazgos, que limitan el surgimiento de nuevos
emprendimientos familiares, personales o asociativos.
Es difícil que de ésta manera se incentive el crecimiento
económico y el fortalecimiento del sector turístico, especialmente en el sur
del departamento que tiene desventajas frente a las amplias costas de nuestra
península, cuando las acciones gubernamentales van ligadas a egos personales,
muy lejanas al fomento del desarrollo de las regiones.
La Guajira, cuya capital tiene una tasa de desempleo
del 13,5% (la tasa nacional es del 9,3%), con una informalidad del 60,7%, no
tiene un proyecto serio para incentivar emprendimientos.
Como lo arroja el informe ‘Paying
taxes 2018’, del Banco Mundial y Pricewaterhouse Coopers (PWC) las empresas deben pagar 69,8%
en impuestos en un país como el nuestro, tenemos que sumarle que, para
concretar un emprendimiento, debe ser del gusto del mandatario de turno, porque
si no, esta pequeña nueva empresa, se convertirá en objeto de sanciones como
resultado de las minuciosas investigaciones de las autoridades.
Si nuestros mandatarios no son conscientes de la
responsabilidad institucional que tienen en ésta infausta época administrativa
para que se comience a construir el progreso de un departamento que lo clama,
es imposible pensar que vendrán nuevas figuras a apalancar ese desarrollo sobre
bases inexistentes.
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