Es costumbre nuestra, en estas poblaciones costeñas, hacer balances y juicios a las administraciones municipales y departamentales, a través de la óptica personal de cada quien, del cómo me fue a mí o del qué me dieron a mí.
Por: José Joaquín Vence Pájaro X: @kinvence
El mandatario puede ser lo más nefasto, lo más perjudicial para el municipio o el departamento, pero si a fulano le da un empleo, una orden de prestación de servicio o cualquier otra cosa, ese fulano defenderá lo indefendible, peleará por el alcalde o gobernador que lo tuvo en cuenta y hasta dirá que es lo mejor que le ha podido pasar a la comunidad; a fulano, lo que menos le importará es si las cifras y mediciones a la gestión del gobernante son las peores o si deja a la entidad a su cargo en el rezago total o si fue groseramente corrupto o no lo fue.
Muchos dicen: "fue bueno, porque a mí me ayudó". Otros, los siguen defendiendo porque se consideran amigos y en medio de esa supuesta amistad, algunos no se atreven a cuestionar ninguna de las acciones o inacción del mandatario, porque, lo último que quieren es contrariar al amigo que hoy ostenta poder y es por todos sabidos, que por estos lares, el que se atreva a señalar errores, a cuestionar medidas, a mostrar lo mal hecho, inmediatamente será catalogado como un enemigo que no gusta de él y que lo hace es por envidia o por resentido o porque simplemente no ha superado la derrota de su candidato. Situaciones como las aquí planteadas que, explicarían perfectamente, el porqué, a pesar de todas las evidencias, las cifras, las advertencias y los informes de entidades del orden departamental y nacional, todavía hay quienes defienden a la administración del actual alcalde de Villanueva y hasta se vuelven enemigos de quienes les muestran todo lo malo y lo que hemos retrocedido como municipio. Las pruebas son incontrovertibles, tangibles, pero bien decían los viejos: "no hay peor ciego que el que no quiere ver".
En un arranque de ramplona demagogia, se posesionó con bombos y platillos en el barrio Seis de Abril, pero a ese sector fue de los que peor le fue en este cuatrienio.
En el Pompilo Daza prometió hasta un parque lineal y que allí arrancaría el turismo, pero por allá nunca volvió ni de visita, sus moradores debieron conformarse con ver pasar su carro diariamente desde y hacia Valledupar, donde reside, muy a pesar de haber bloqueado con sendas vallas, durante 4 años, la calle 10, entre carreras 9 y 9a (para que creyeran que vivía ahí).
A los de la serranía les ofreció desde teleférico hasta modernas carreteras, pero solo les dio regaños cuando le reclamaban algo de lo prometido.
Beto Barros presentó el peor Plan de Desarrollo del que se tenga noticia en este pueblo; tan malo fue, que lo retiró 3 veces y cuando se vio descubierto, dijo en la emisora local y sin ningún atisbo de vergüenza, que lo había firmado sin siquiera leerlo.
Dejó, sin ningún esfuerzo, que unos avivatos particulares se apropiaran del más grande escenario deportivo de todo el Sur de La Guajira.
No prestó ningún interés a la Fundación Pies Descalzos, de Shakira, que estaba decidida a construir un moderno colegio en Villanueva y por la negligencia del alcalde, no fue posible hacerlo.
Deja al Municipio sancionado y no se podrá manejar recursos de regalías durante dos años.
El índice de desempeño fiscal de Villanueva en 2022 es del 39.1% (-19.2), el peor en los últimos 40 años, lo que nos deja calificado como municipio en estado de deterioro.
Gastó casi $100 millones en traer unas llantas viejas, que eran basura en otro lado, para pintarlas y colgar algunas como materas (sin matas) en la plaza principal.
Nos deja el peor alumbrado público posible, con lámparas de muy mala calidad, ya inservibles la mayoría, en una concesión a 25 años.
Y la lista sigue, pero no hay espacio en este artículo para todas las perlas de la administración de Barros, todo eso, a pesar de haber encontrado más de 7 obras contratadas o en ejecución, heredadas de su antecesor, Luis Alberto Baquero. Sin embargo, Barros tuvo la desfachatez de decir varias veces que no había encontrado ni un solo proyecto, ajá, no encontró proyectos, encontró obras y realidades que hicieron menos evidente su incapacidad y su desconocimiento de la administración pública moderna.
En cambio, eso sí, dejó bien claro su forma de ser, cuando viajó varias veces a Bogotá, con recursos públicos a intentar cerrar la emisora local y a cambiarle el nombre a una urbanización que Baquero Daza había bautizado como Villa Lucila, en honor a su señora madre; ilusos quienes esperaban mejores resultados sociales del gobierno de tan mezquino personaje.
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